RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

domingo, 3 de mayo de 2015

PÉREZ-REVERTE Y LA LEYENDA NEGRA



Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor 

Cuando Pérez-Reverte escribe bien hay que reconocerlo. Pero cuando escribe mal (o sea, las más de las veces), también. Y cuando se deja llevar por la ceguera ideológica, más todavía. Leí un artículo que algo habla sobre la batalla de Krasny Bor (1), en la que la División Española de Voluntarios se batió con heroica bravura luchando contra el comunismo en las gélidas tierras rusas. Y al final, resultó ser una barata apología de la Leyenda Negra a las que ya nos tiene tristemente acostumbrados. Sus compadres ideológicos de izquierda a derecha llevan dos siglos repitiendo la misma cantinela, con tal de no reconocer su bestial fracaso. "En España hay más saña que en toda Europa... La Inquisición..."

Con todo, según datos del historiador británico Henry Kamen (a quien Pérez-Reverte definió con acierto como "el hispanista de la no Hispania”), por no citar otros muchos más fiables como Jean Dumont, la Inquisición Española en tres siglos no llegó a los 3.000 muertos. ¿Más saña que en toda Europa? Entonces… ¿Cómo se explica que la Inquisición protestante alemana matase en diez años a más de 10.000 personas? ¿Y los más de 40.000 muertos en Inglaterra y Escocia por una caza de brujas que en España ni existió? La escuela filosófica de Gustavo Bueno, que no es precisamente católica a machamartillo, ha calificado a la Inquisición Española de “racionalista” en comparación a las protestantes.

Otrosí, ¿cómo se explica que su idealizada Revolución Francesa estuviera comandada ideológicamente por un tipo como el barón de Montesquieu, que negaba el alma a los negros; mientras que en la Sevilla del siglo XVI (y con orígenes en el siglo XIV) ya estaba la Hermandad de los Negritos; y mientras que el primer poblado de negros libres de América fuera el Fuerte Mose de la Florida Española? (2) ¿Cómo se explica que el general jacobino Westermann dijera: "La Vendée ha dejado de existir. Ha muerto bajo nuestros sables, con sus mujeres y sus niños. He aplastado a las mujeres con los cascos de mis caballos, he masacrado a las mujeres, que no podrán engendrar más bandidos. No tengo nada que reprocharme por no haber hecho prisioneros. Los he exterminado a todos. Los caminos están diseminados de cadáveres. Hay tantos que en muchos lugares forman una pirámide". ¿Eso es propio de un “hombre bueno”, término que tanto le gusta a Pérez-Reverte? ¿Y cómo se explican los muertos de la guillotina, instrumento de terror y masacre que Pérez-Reverte ha llegado a reivindicar? ¿Cómo se explica la política genocida de Garibaldi y los Saboya contra los napolitanos, a quienes robaron sus reservas económicas y sus tierras, matándolos u obligándolos a emigrar? Y volviendo a la ejemplar Inglaterra, ¿qué tal si hablamos sobre el genocidio y la esclavitud de los irlandeses y a los siglos el de los boers, bajo la atenta y alcohólica mirada de Churchill? (3)

Por lo visto, esto se le “olvida” al literato cartagenero, el mismo que considera que el infanticidio es un adelanto. Y la culpa de todo, a nuestro pasado; pasado que, según él, es el de más saña de Europa. Y junto con el “marqués” de Vargas Llosa, los intelectuales predilectos de la derecha ex-pañola. Con estas alforjas intelectuales, imagínense los viajes culturales que puedan hacerse en la Ex-paña progre de las mil y una noches y la unanimidad negrolegendaria, donde al fin y al cabo, Pérez-Reverte no es sino uno más de este cúmulo de despropósitos.

Lo que no me acabo de explicar es por qué Pérez-Reverte (y como él, tantos otros) dice admirar a los grandes del Siglo de Oro. ¿Qué parte de Quevedo o Calderón no ha entendido? Lo digo porque no entiendo como un anticatólico contumaz se puede sentir identificado con los mayores apologistas del ideal hispano-católico. Pero bueno, supongo que a la baratija negrolegendaria no se le puede exigir ni coherencia ni honestidad.








(1) El artículo en cuestión puede verse en este enlace:

Recordando Krasny Bor | Web oficial de Arturo Pérez-Reverte




(2)Sobre la Hermandad de los Negritos:

Hermandad de Los Negritos - Sevillapedia - Wikanda


Sobre el Fuerte Mose:

La Florida de España, Fuerte Mose - de Rumbos.net





(3)Véase:RAIGAMBRE: SOBRE LA COLONIZACIÓN ANGLOSAJONA

sábado, 2 de mayo de 2015

ANTE EL 2 DE MAYO




Manuel Fernández Espinosa


Las naciones se fundan: la nuestra se constituyó el 8 de mayo del año 589, con el Tercer Concilio de Toledo. Pero si quieren seguir siendo, tienen que auto-afirmarse en la voluntad de seguir siendo. Y España tuvo muchas fechas que refrendaron que somos quienes somos y no estamos dispuestos a que nos cambien. Podríamos citar muchas fechas de reconstitución y el 2 de Mayo de 1808 constituye una de las más gloriosas, por el heroico esfuerzo de todo un pueblo. Brillan aquí y allí nombres y apellidos: militares como D. Luis Daoíz o Pedro Velarde, pero también destaca el de una mujer del común: Manuel Malasaña Oñoro y el de tantos otros madrileños que salieron a la calle espontáneamente, a batirse contra un enemigo superior en pertrechos y preparación militar. A morir, tijeras en mano, blandiendo el cuchillo... Contra las bayonetas, los fusiles y las cimitarras.
 
Podemos ver aquí un impulso natural que sale en defensa de lo más propio: la casa de uno. Y sí, pero los franceses hubieran "respetado" las vidas, aunque no tanto el honor ni las haciendas, a los dóciles. Lo que empujó a nuestros antepasados a luchar fue la decisión de defender lo que hoy llamaríamos su "estilo propio de vida", pero que en castellano antiguo era primorosamente llamado "vivienda". "Vivienda" que no dice ya la habitación donde uno vive, sino que, aunque en una acepción desusada, significa "el estilo de vida", "el modo de vivir".
 
Y es que, podrán venirnos con mil novelerías, como las que traían los esbirros de Napoleón Bonaparte (con todas sus revolucionerías en la mochila: liberté, igualité y fraternité), venían a hacernos "modernos". Y el pueblo de Madrid les dijo: NO. Y España les dijo: NO. Pues, contra la superchería de la tontería moderna, el hombre tradicional sabe en su fuero interno que todo aquello que es nuevo, no por ser nuevo, es bueno; sino que la experiencia constata todo lo contrario: lo nuevo es una amenaza, pues solo los moldes tradicionales aseguran un grado satisfactorio de éxito. No son simplemente ideales etéreos, son cosas muy prácticas: los experimentos, como dicen por ahí, con la coca-cola. Las libertades que decían traernos los invasores eran nuevas esclavitudes. Venían a cambiárnoslo todo: nuestra relación con Dios, nuestra relación con lo más inmediato que se despliega en el tiempo y en el espacio (la Patria), nuestra relación con la institución (la Monarquía) que nos garantizaba esas libertades reales, del municipio, de los fueros, de nuestras sagradas instituciones tradicionales. Y cualquier español de aquel 1808 entendía que es preferible arriesgar la vida, perderla, antes que perder la vivienda, el modo de vida.
 
Cualquier novedad (las ideológicas son a la larga más peligrosas) es una amenaza para una sociedad. Significa introducir una variable que no se sabe a ciencia cierta lo que deparará. Así siente el hombre y la mujer tradicionales. Y aquellos antepasados nuestros que se alzaron contra quien violaba nuestra vivienda, allanando nuestro domicilio, reaccionaron como naturalezas sanas y fuertes que se resisten a ser peleles de otro y, más todavía, de un extranjero que viene a enseñarnos cómo tenemos que vivir.
 
Sin embargo, los sangrientos años de lucha (inmortalizados por Goya en sus óleos y grabados) fueron traicionados por los liberales. Y la victoria contra el invasor que a la postre se logró solo retrasó la invasión invisible de esas perniciosas ideas. El constitucionalismo de Cádiz, ese engendro extranjerizante, postizo y nefasto, trajo consigo la perversión de la política, dando lugar a todas las convulsiones que padecieron nuestros antepasados durante el siglo XIX: pronunciamientos, desamortizaciones, golpismo liberal, sociedades secretas al servicio de intereses extranjeros... Y todas esas violencias liberales afectaron a nuestras instituciones más tradicionales, desfigurándolas a su vez: la Monarquía se transmutó en absolutista con Fernando VII (rey de infame recuerdo), el patriotismo se convirtió en nacionalismo (centrípeto, centralista y zarzuelero en los liberales; y, más tarde, centrífugo y antiespañol en algunas de nuestras regiones).
 
Los retos del presente no son menos comprometedores para nuestra vivienda. La sistemática destrucción de nuestro amor propio, la delicuescencia que han instilado en nuestras gentes, la deletérea negación de nuestra identidad se han convertido a principios del siglo XXI en constantes de una horrible mentalidad prevalente que tenemos que quebrar con resolución, que tenemos que aniquilar sin titubeos.
 
Y como siempre ha sido, será el piadoso recuerdo y la admirada veneración por todos nuestros antepasados caídos en defensa de nuestra vivienda, la que nos sostendrá en pie sobre el asfalto que nos han traído y en pie, sobre las ruinas de un mundo que tenemos que reconstruir: el nuestro, el tradicional, el nuestro, el identitario, el nuestro, el propio, el nuestro. El nuestro y no el de otros.

viernes, 1 de mayo de 2015

LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS

 
 
 
 
 

 

La expulsión de los moriscos: una cuestión perenne.
 
 
 
 
por Manuel Fernández Espinosa
 

 
 
Es normal leer en ciertos y malos libros de Historia, muy propensos a las mitificaciones, que la expulsión de los moriscos fue una torpeza política, pero así como los gitanos han podido, aunque a duras penas, integrarse en España sin perder sus señas de identidad, siendo en la actualidad tan españoles como todos los demás lo somos, los moriscos no pretendieron nunca otra cosa que invertir los progresos alcanzados por la Reconquista, para volver a convertir a España en la punta de lanza del Islam en Europa. Una expulsión oportuna pudo frenar ese retroceso que de nuevo nos hubiera sumido en las tinieblas del año 711
 
 

Siete de la mañana del día 13 de junio de 1601. En Velilla, apacible pueblo a las riberas del Ebro, no muy lejos de Zaragoza, una famosa campana de diez palmos de circunferencia empieza a teñir a pausas, unas largas y otras cortas, sin que actuara sobre ella ningún impulso humano. Según los testigos, unas veces el badajo se movía en círculo, lamiendo con horrísono y broncíneo lamento los labios de la campana, otras veces daba grandes golpes a oriente, a poniente y al sur, nunca al septentrión. La campana tocó así, sin que nadie la accionara y ante el estupor de todos los que se acercaron a presenciar el portento, desde ese 13 de junio hasta el 29 de ese mismo mes y año del Señor de 1601, reinando en las Españas Felipe III de Austria. 

La leyenda dice que esta campana, llamada la campana de Velilla, tiene esta extrañísima virtud debido a que, según los lugareños, fue fundida en las mismas fraguas en que fuera acuñada una de las treinta monedas con que pagaron a Judas su traición. La antigüedad conserva cumplida crónica de las ocasiones en que la campana fue tañida por invisible mano; pasó así estando en prisión el Rey D. Alfonso de Aragón, así ocurrió a la muerte de Fernando el Católico, y así sucedió cuando el saco de Roma. Dícese, al cabo, que la campana de Velilla suena cuando se ciernen sobre Aragón, bien infortunios o bien prosperidades. Y decir Aragón es decir España. 

La barbarie morisca. 

Cuando tocó la campana de Velilla en 1601 lo hizo, así lo atribuyeron nuestros antepasados, a una feliz determinación de la Corona: la expulsión de los moriscos se realizaría muy pronto. La Providencia confirmaba con la campana de Velilla el buen suceso.  Muchos años antes de que la campana de Velilla tañera como présago de la inminente expulsión de este elemento alógeno, los moriscos granadinos habían sembrado el terror. En 1568 se habían sublevado en las Alpujarras cometiendo infames crímenes, y mientras que se perpetraban auténticas orgías de sangre, sus secuaces proclamaban como rey propio a Fernando de Córdoba, de la simiente de Abén Humeya.  Podemos decir que después de conquistada Granada por los Reyes Católicos en 1492, los moriscos -población vencida- se habían beneficiado de unas condiciones muy generosas, pactadas en la capitulación. Se les permitió elegir si quedarse en Andalucía, respetándoles su religión y leyes, o tomar el camino de regreso a África. Pero la bondad de los Reyes Católicos costaría cara a los españoles: se repetía la famosa fábula del pastor que arropó a la víbora en su regazo, cuando la víbora salió de su letargo, le mordió. La Corona, haciendo uso de la legitimidad que le asistía, había promocionado una política de repoblamiento, trayendo a las Andalucías colonos cristianos del Norte que devolvieron a las tierras meridionales de España el aspecto que perdieron en el aciago año de 711.

Ya decimos que, toda vez reconquistada España, muchos moriscos tomaron la derrota de África aunque se les había permitido quedarse. Aquellos que se quedaron no se conformaron con las ventajas estipuladas en las capitulaciones de Granada; fue entonces cuando empezó una lacerante guerra. En las primicias de esta rebelión todo hacía pensar a las autoridades españolas que no se trataba de otra cosa que de hechos aislados: robos violentos perpetrados por los "monfíes", una especie de salteadores de caminos musulmanes, pero con el tiempo los monfíes, liderados por el descendiente de Abén Humeya, el más arriba mencionado Fernando de Córdoba, se convertirían en los verdugos más encarnizados de todas las mujeres, niños, viejos y clérigos cristianos que encontraban a su paso.  Diego Hurtado de Mendoza nos cuenta las horrorosas matanzas que, hasta el grado más monstruoso, perpetraron los moriscos contra la pacífica y desarmada población española que con ellos "convivía" [como gustan decir a los sostenedores de esa absurda mitología de las tres culturas].  "Comenzaron por el Alpujarra, río de Almería, Boloduí, y otras partes a perseguir a los cristianos viejos, profanar y quemar las iglesias con el sacramento [dentro], martirizar religiosos y cristianos, que, o por ser contrarios a su ley, o por haberlos doctrinado en la nuestra, o por haberlos ofendido, les eran odiosos. En Guecija, lugar del río de Almería, quemaron por voto un convento de frailes agustinos, que se recogieron a la torre, echándoles por un horado [agujero] de lo alto aceite hirviendo, sirviéndose de la abundancia que Dios les dio en aquella tierra para ahogar sus frailes. Inventaban nuevos géneros de tormentos: al cura de Mairena hinchieron [hincharon] de pólvora y pusiéronle fuego; al vicario enterraron vivo hasta la cinta, y jugáronle a las saetadas [lo que significa que después de enterrarlo hasta la cintura, lo flechearon]; a otros lo mismo dejándolos morir de hambre. Cortaron a otros miembros, y entregáronlos a las mujeres, que con agujas los matasen; a quien apedrearon, a quien acañaverearon [hirieron con cañas cortas en puntas], desollaron, despeñaron; y a los hijos de Arze alcaide de La Peza, uno degollaron, y otro crucificaron, azotándole, e hiriéndole en el costado primero que muriese. Sufriólo el mozo, y mostró contentarse de la muerte conforme a la de Nuestro Redentor, aunque en la vida fue todo al contrario; y murió confortando al hermano que descabezaron. Estas crueldades hicieron los ofendidos por vengarse; los monfíes por costumbre convertida en naturaleza." ("Guerra de Granada".)  A la luz de sus tremendos crímenes se entendió que no se trataba de hechos aislados, sino de una ofensiva en toda regla, por lo que se deduce que la expulsión se hizo una necesidad imperiosa para la preservación de España, item más los moriscos tendían puentes con el Turco que asolaba el mar Mediterráneo.

La expulsión fue una más que prudente medida: fue lo más acertado que se pudo hacer bajo el reinado de los Austria menores. Así lo afirma, con la solvencia que por desgracia no tienen algunos historiadores españoles, el historiador e hispanista John Huxtable Elliot: "...resulta plausible la creencia de que la expulsión era la única solución posible. Fundamentalmente la cuestión morisca era la de una minoría racial no asimilada -y posiblemente no asimilable- que había ocasionado trastornos constantes desde la conquista de Granada. La dispersión de los moriscos por toda Castilla, después de la represión de la segunda rebelión de las Alpujarras, en 1570, sólo había complicado el problema extendiéndolo a áreas hasta entonces libres de población morisca. A partir de 1570 el problema morisco fue un problema tan castellano como valenciano o aragonés, aunque sus características variasen de una región a otra." ("La España imperial 1469-1716")  Derramados por toda la península, crecían con asombrosa celeridad, el ritmo de crecimiento de la población morisca era de un 70% entre 1533 y 1609, frente a un 45% de la población española. Encapsulados y a la espera de ser invencibles por número se habían organizado en Valencia con el significativo nombre de "la nación de los cristianos nuevos de moros del reino de Valencia", que nos puede recordar los nombres que en la actualidad han adoptado las llamadas "comunidades islámicas" que crecen con similar vertiginosidad en nuestra España de hoy. Se descubrió no sólo relaciones entre moriscos con turcos, sino también contactos entre moriscos asentados en Aragón y el gobernador francés de Bearn y ocupaban tierras que pertenecían por derecho propio a españoles menos afortunados. Pero muchos nobles los protegían, por el beneficio económico que les deparaban.  Se estima que fueron expulsados 275.000 de los más de 300.000 moriscos que se calculan existentes. Algunos piensan que esto supuso un grave varapalo para la economía española, pero Elliot sostiene que: "creer que su expulsión tuvo consecuencias comparables a la de los judíos, en 1492, es absurdo". Otra cosa es que el gobierno de Lerma no supo encauzar la situación abierta tras su acertada expulsión.  La literatura barata que exagera las consecuencias de una medida tan oportuna no tiene ningún derecho a condenar una expulsión que se era cuestión de vida o muerte. Si, como algunos de esos noveleros afirma, nuestros antepasados del siglo XVII hubieran sido xenófobos radicales, hubiéramos podido asistir a la expulsión de otros colectivos alógenos que tenían su residencia en España, como los gitanos, pongamos por caso. Y no faltaron voces que así lo proclamaron. En 1621 el sabio economista D. Pedro Fernández de Navarrete publicaba anónimamente su "Conservación de monarquías", que más tarde se volvería a publicar en 1626 con el nombre de su autor. En este libro se aconsejaba la expulsión de otros segmentos de población considerados no-españoles y que habían sobrevivido a la expulsión de los moriscos, como gitanos e irlandeses. No prosperaron las indicaciones de Fernández de Navarrete, y aunque los gitanos tardaron en acomodarse, podemos afirmar que, en términos generales, el gitano es hoy por hoy uno de los colectivos que, conservando celosamente sus propias costumbres y cultura, es tan español como el que más.  En el siglo XVIII un franciscano de Torredonjimeno (provincia de Jaén), fray Juan Lendínez, decía así en su libro inédito "Augusta Gemela ilustrada" (año 1778) que: "Atribuyose este tañido [de la campana de Velilla, más arriba referida] a feliz pronóstico de la expulsión de los moriscos. Cuyos tratos con los enemigos de España, principiando a descubrirse más visos por estos días llamaron la atención del Monarca. Súpose tenían trato con el Gran Turco, y otros reyes del África, para entregarles a España; levantándose para día determinado; y aguardaban [los moriscos] llegasen con brevedad los socorros que habían pedido, contando ellos ciento y cincuenta mil combatientes. Dentro de estos reinos [de la Andalucía] habían solicitado alianzas, varias veces, aun con los Príncipes Christianos [con Francia, enemiga secular de España, y Venecia, rival mercantil del Mediterráneo].

"Esto, con muchas muertes que hacían a los naturales españoles, y habérseles averiguado el ser apóstatas de Nuestra Santa Fe, y que vivían en la observancia de su malvada ley, puso al Rey en la necesidad de tratar en sus Consejos, si le sería lícito y útil al Estado la expulsión de los moriscos. Dividiéronse los pareceres, según eran en los Ministros los intereses, pero al fin, prevaleciendo el mayor número de votos, y tomando las mayores precauciones para la seguridad del hecho, fueron expelidos de todas las Provincias de España en 1610. ¡Feliz año! En que acabando España de arrojar de su seno tanto número de enemigos, vió cumplidos los deseos de tantos años. "Del Reyno de Valencia salieron para el África cerca de ciento cuarenta mil; con algunos que por rebeldes fueron puestos al remo. De Aragón y Cataluña salieron setenta mil; de Castilla la Vieja y la Nueva, la Mancha y Extremadura, otros setenta mil, con tres mil que salieron de Hornachos, y de los Reynos de Andalucía salieron treinta mil que en todos suman trescientos y diez mil personas. Permitióseles llevar sus bienes muebles y semovientes, quedando los raíces a favor de los Señores de los Lugares de quien eran vasallos, en Valencia, Aragón y Cataluña; y en los demás Reynos se aplicaron al Real fisco. Dícese que pereció la mayor parte, y que los demás, dondequiera que llegaron, fueron mal recibidos y [mal] tratados; y así afirman ellos que esta expulsión fue la mayor calamidad que han sufrido ellos mismos. Antes de salir de España, manifestaron cuán bien merecido tenían este castigo, por secuaces de su Profeta falso; y de consiguiente se casaron con muchas mujeres, confesando ser christianos en la apariencia, y de corazón observadores del Alcorán de Mahoma. Los moriscos de la Mancha fueron conducidos por los pueblos de Jaén]; lo que causó notable sentimiento de la piedad christiana de sus moradores, especialmente, la inocencia de los niños, que padecían la pena que sus padres merecían.

(...) "Concluida la expulsión de los moriscos en 1611 y viéndose ya los pueblos libres de los sustos que ocasionaba esta gente infame, se aplicaron al ejercicio de su piedad." 


(Augusta Gemella Ylustrada con los pueblos de su Partido hoy villa de Martos, pp. 390-393). 

La solución aportada por los Austria al problema morisco, expulsándolos de España, no fue, como pretende hacernos creer la historiografía más interesada y filoislámica, cuestión de xenofobia, sino cuestión de vida o muerte para España. Una cuestión perenne, como podemos apreciar contemplando el panorama actual.

Originalmente publicado en la Revista ARBIL  

miércoles, 29 de abril de 2015

INSULARIDAD Y TRADICIÓN

Foto: Islandia Noticias y Recomendaciones

INSULARIDAD Y TRADICIÓN

Manuel Fernández Espinosa


No ha pasado desapercibido a las mentes más lúcidas, pero tal vez sea oportuno insistir. Las sociedades isleñas no son como las sociedades continentales.

 
A menudo, el hombre continental muestra una ingenua seguridad en la firmeza del continente sobre el que pisa. Eso lo dispone, incluso muy alegremente, a creer que no hay problemas de espacio: "Ancha es Castilla" -se dice el continental. Y en la confianza que deposita en la enorme anchura del espacio sobre el que hace su vida se figura que hay sitio para todos, que todo puede ser contenido, que siempre se puede hacer lugar, para vivir en vecindad con lo que se tercie. En virtud de la superstición en las inexhaustas capacidades que otorga el generoso espacio donde lo parieron y lleva su vida (como puede y le dejan), el hombre continental consiente las inmigraciones y las acoge, si no es que -por el indoctrinamiento mediático- incluso las celebra y las apoya, viendo como positivo la mezcla, aunque sea explosiva. En su pasividad o en su activa complicidad con todo lo que permite que entre en su continente, el hombre continental nunca barrunta los cambios que eso puede provocar. Y cuando acuerda, ya puede ser tarde.
 
 
Las sociedades insulares son más reacias a los cambios. Pensemos en naciones como Inglaterra que, hasta hace unas décadas, ha gozado de un aristocrático aislamiento y que todavía amaga un mohín a todo lo que le viene de la Europa continental. Otra isla, tan simpática para los españoles, como Japón es buen ejemplo también de lo que vengo diciendo: hasta la llamada Era Meiji (1868), Japón permaneció nirvanáticamente aislado, como oliéndose lo que le podría venir de fuera. Y hoy hemos leído que Jónas Guðmundsson (buen nombre para un ballenero el de Jonás), comisario islandés a la sazón, ha degorado felizmente una ley que data del año 1615 y que permitía asesinar a marinos vascos, por considerarlos invasores. Con todo y con ello, un vasco salvó el pellejo en aquella jornada. Lógicamente, haremos bien en suponer que muchos vascos han ido a Islandia desde 1615 a esta parte, sin que ello le costara la vida a ningún vizcaíno. Pero, el hecho es que la ley, siglos después, estaba todavía vigente. Fenónemos así, además de ser anecdóticos, ponen sobre la mesa la personalidad de un pueblo.


Islandia conserva celosamente sus tradiciones: la lengua islandesa se resiste a evolucionar y permanece prácticamente en el siglo XII, salvando cambios fonéticos, por lo que los islandeses todavía pueden leer las Eddas y sagas en su lengua original, con menos dificultad que nosotros el Cantar del Mio Cid. Y lo que más honra a este país es que, maguer presionen los nuevos medios de comunicación de masas, el islandés evita a toda costa los préstamos extranjeros, con lo que mantiene a raya la introducción en su léxico de extranjerismos. Los neologismos para nuevos aparatos (teléfono, ordenador...) no han sido aceptados pasivamente, sino que, formándolos con su propio acervo lingüístico, han creado sus neologismos islandeses.


La técnica uniformadora y globalizante podrá infiltrarse en las islas, pero siempre es confortante saber que todavía hay insulares, de esos que, como apuntó Julio Camba, por estar convencidos de ser isleños, practicaban una política isleña: "El mundo cambiaba, y ellos seguían lo mismo". Y es que los que mejor podemos entender a los insulares somos los peninsulares, doblemente amenazados por lo que entra por el litoral y por el Itsmo.

martes, 28 de abril de 2015

DESPERTAD

 
 
 
Por Rafa Bocero
 
 
Hace ya unas semanas que vivimos la pasión del Señor, pero hay que decir que siempre estás sufriendo.
 
Y es que te vuelven a prender, ya no es en el monte de los olivos, ni llevan espadas como armas ni antorchas para iluminar su camino, pero siguen siendo los mismos fariseos, esos que en su día defendían lo mejor para el pueblo pero te condenaron porque acababas con su juego. Y te siguen besando, no un solo Judas, pues él se aparece en el cuerpo de muchos.
 
Igual que el señor era perseguido en su momento, ahora lo somos todos los cristianos. Y es que somos los malos de la película, da igual de lo que trate siempre seremos los malos.
 
En el día de la mujer multitud de personas de manifestaban defendiendo los derechos de la mujer, esas mismas personas callan cuando ven a una musulmana con el burka y si tú gritas contra eso, tú eres el xenófobo, el machista.
 
¿Quienes somos nosotros para prohibir que una mujer lleve un burka?, nos dicen, ¿quienes somos nosotros para rechazar que recen en sus templos? No somos nadie -nos dicen. Pero cuidado, porque esos mismos que te denuncian, que te acusan son los primeros que prohibirían la Semana Santa, los primeros que tirarían y quemarían las iglesias. Y es que nos venden un país laico, pero sabemos que es mentira, porque su deseo es que el Islam esté por encima de todo, y más de los cristianos.
 
Porque su trabajo es perseguir al cristiano como hicieron esos fariseos que inventaron calumnias. Nosotros somos los verdaderos mártires, esos mismos que se olvidan que España es un estado aconfesional donde la mayoría es católica. Esos mismos que entienden por igualdad de religiones prohibir los crucifijos en los colegios públicos, pero impiden que se moleste al musulmán con clases o palabras prohibidas por su religión. ¡Despertad! No hagáis como San Pedro que negó 3 veces y miró hacia otro lado. Despertad y ver como un católico es perseguido en las universidades y escuelas en defensa del islam, en defensa de esa religión que lo único que desea es acabar con el infiel.
 
Despertemos pues las conquistas pasadas volverán a producirse, y como bien pasó en la gloriosa batalla de las Navas de Tolosa.
 
¡Santiago y Cierra España!

viernes, 24 de abril de 2015

CÓRDOBA ANTE EL RETO DEL MULTICULTURALISMO

 
 
Por Rafael Bocero
 
 
CÓRDOBA ANTE EL RETO DEL MULTICULTURALISMO. Crónica de una jornada muy concurrida.
 
 
En el Hotel Córdoba Center volvía a realizarse una conferencia organizada por la plataforma ‪#‎StopISISya‬, en ésta los ponentes eran Serafin Fanjul, Gustavo Bueno y Fernando Paz.
 
 
Cada uno hablaba desde su experiencia tanto académica como “vivida". Comenzó Serafin Fajul quien se centró en recordar que descendemos de los castellanos antiguos y no de los moros del Al-andalus, asi como aprovechó para contradecir a todos aquellos que califican solo al Andalus como Andalucía, cuando era toda la Hispania musulmana, también durante las preguntas del público, reclamó que el pueblo de Córdoba era quien debía reclamar y luchar por la Catedral, que pertenece a la Iglesia. Fue una charla muy amena y rápida como él decía, puesto que para explicar todo lo que sabe hace falta un día entero y no había tiempo. Recordó que las que solo existían eran dos culturas, puesto que los judíos no dejaron una “cultura” que hemos heredado, así como mencionar que no se vivía en convivencia como tanto han hecho pensar.



Gustavo Bueno fue más crítico con aquellas televisiones que favorecen al islamismo y a la sociedad que vive engañada, pues explicó que el mito de las tres culturas es reciente, no es antiguo como se intenta engañar al pueblo, que es algo que viene del 78 y más. Y recordó que fue en estos gobiernos cuando nombraron padre de Andalucía a un notario que se convirtió al Islam.

No hay musulmanes buenos y menos islamistas. Cuando se preguntó quién iba detrás de financiar, recordó que Qatar está detrás de muchas financiaciones y que Irán financia a Hispan TV. También mencionó que Cataluña prefiere a islamistas que a otros extranjeros.


Por último fue Fernando Paz, quien continúo la línea de Gustavo, quien recordó que los catalanes ganan con la idea de musulmanes antes que extranjeros hispano-hablantes, porque su idea es acabar con la Hispanidad. Más aún con las ideas de los nacionalistas y la izquierda, incluso con el respaldo del gobierno actual y el pasado, poniendo de ejemplo al reciente premio Cervantes. Recordó que tenemos cosas de la época musulmana como es normal, pero también los musulmanes lo obtuvieron de los hispanos y que si se quiere recordar el pasado, dejó totalmente claro que nuestra madre era ROMA.
 
 

jueves, 23 de abril de 2015

EL ORIGEN GERMANO DE LAS ÓRDENES RELIGIOSO-MILITARES CATÓLICAS




HERENCIA ANCESTRAL CRISTIANIZADA


Manuel Fernández Espinosa


El pacifismo que prevalece en el cristianismo actual se escandaliza ante un fenómeno netamente medieval: las Órdenes religioso-militares. ¿Cómo es posible que los cristianos llegaran a empuñar las armas? ¿No contradice esto el mandamiento de "amar al prójimo", incluso al enemigo?
 
La interpretación pacifista de los Evangelios complace una mentalidad acomodaticia como la actual y esta interpretación se regodea en reducir a Jesucristo a un manso cordero, olvidando que también es llamado "León de Judá" (Ap. 5, 5). De un tiempo a esta parte se ha subrayado la mansedumbre de Jesucristo, atendiendo a su primera venida para morir en Cruz y se ha relegado que nos está prometida una segunda venida de Jesucristo, en la que no vendrá para morir dócilmente en la Cruz, sino para imponer su reino de justicia. Esta reducción de Jesucristo y esta visión del cristianismo ha calado en la mentalidad de una mayoría de cristianos actuales, debido a muchas razones que sería tedioso compendiar aquí.

Digamos que el mismo Jesús de Nazareth dice: "Nolite arbitrari quia pacem venerim mittere in terram; non veni pacem mittere, sed gladium" (Mt. 10, 34) ["No penséis que he venido a poner paz en la tierra; no vine a poner paz, sino espada"]. Dígase lo que se quiera: podría interpretarse que es metáfora, pero nos parece que el concepto de "paz" (como el de "amor") es la clave para interpretar más atinadamente lo que siempre nos está diciendo Cristo. La paz de Cristo no es la paz a la que, en este mundo, aspiramos todos: o sea, que no haya guerras. Frente a la paz mundana se alza una paz sobrenatural. Cristo nos habla de la paz, sí; pero no de la paz de los pacifistas que condenan la guerra y de paso desarman a los buenos contra el empuje de los malos. Lo que para cada cual sea más importante (este mundo o el otro) es lo que decanta a cada cual bien a favor de la interpretación que rechaza la guerra (como un avestruz que esconde la cabeza), o bien a entender que, dado que en este mundo no puede haber paz mientras haya malos que quebranten la convivencia pacífica, la defensa propia es legítima. Como apunta Gómez Salazar: "Nada más ajeno al cristianismo que la guerra é injusta agresión al prójimo, pero muy conforme al mismo el principio del Derecho natural: Vim vi repellere licet, y la defensa del inocente contra la agresión de que es objeto. Esto se propusieron las mencionadas Órdenes militares" (1). Es "lícito repeler la violencia con la violencia" había asentado el Digesto de Justiniano.
 
Las Órdenes religioso-militares son fruto de la germanización del cristianismo. Para que pudieran brotar en la Cristiandad muchos fueron los peligros que había que conjurar: las invasiones normandas en el norte de la Europa cristiana y el peligro meridional en que se hallaba esa Europa, amenazada por el Islam invasivo: en España nos enteramos de ello muy pronto. Según un historiador de la Iglesia: "Una de las pruebas más notables del modo como la Iglesia penetró con su espíritu toda la vida medioeval, y acertó a crearse órganos para sus fines necesarios, se halla en la maravillosa alianza entre la Caballería y el Monacato, realizada en las Órdenes militares, las cuales debieron su origen a las Cruzadas y a las circunstancias particulares de España y del Reino de Jerusalén" (2).
 
En efecto, es precisamente en las zonas de fricción donde asistimos a la creación de las primeras órdenes religioso militares cristianas:
 
-En la España de la Reconquista nace, según Rodrigo Jiménez de Rada, el año 844 la Orden de Santiago. Muchos refutan esta fecha que ofrece el Primado de Toledo en su "De rebus Hispaniae", tal vez más abajo descubramos que Jiménez de Rada no estaba tan equivocado.
 
-En Prusia los paganos refractarios habían martirizado en el siglo X a San Adalberto de Praga y en el siglo XI a San Bruno de Querfurt con dieciocho compañeros. Cristián, Obispo de Prusia, fundó la Orden de los Caballeros de Dobrín que fueron barridos en la batalla de Estrasburgo y sus supervivientes pasaron a engrosar lo que se llamó los Hermanos de la Espada que se integrarían en la Orden de los Caballeros Teutónicos. En el Báltico también hubo presencia de órdenes religioso-militares: en Livonia se erigieron los Hermanos de la Espada y en Lituania estuvieron los de la Orden Teutónica.
 
-En los Santos Lugares, tras las Cruzadas, aparece la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén, la de los Caballeros Hospitalarios de San Juan y, aunque nacida en Francia, la famosísima Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón (los Templarios).
 
EL ORIGEN DE LAS ÓRDENES RELIGIOSO MILITARES

 
Uno de los asuntos que más disputas suscita es averiguar el origen de las Órdenes religioso militares. Y cuando decimos origen nos preguntamos por sus precedentes: ¿tuvieron las Órdenes religioso-militares antecedentes? Es lógico pensar que sí. En ese caso, ¿cuáles son las instituciones que las antecedieron en las que pudieron inspirarse los fundadores de las Órdenes religioso-militares católicas?
 
Se han dado dos respuestas a esta interrogante.
 
HIPÓTESIS ISLAMIZANTE: Desde principios del siglo XIX, los trabajos del orientalista austríaco Joseph Barón von Hammer-Purgstall (1774-1856) apuntarían que las órdenes militares católicas toman su inspiración del modelo musulmán de los "hashshashin" (los asesinos), con los que se dice que entraron en contacto los caballeros Templarios. Poco después de von Hammer, en 1820, el arabista D. José Antonio Conde y García (1766-1820), en su "Historia de la dominación de los árabes en España sacada de varios manuscritos y memorias arábigas", indicaría que las órdenes militares cristianas tomaron como modelo los "ribat" musulmanes (castellanizado: "rábidas"), centros que acogían a los muyahidin (forma plural árabe para designar a los que hacen la Yihad, aunque en español se dice muyahidines): en esta especie de fortalezas-monasterios los muyahidines se consagraban a la oración para hacer la guerra santa.
 
ORIGEN PAGANO-GERMÁNICO: Estas explicaciones que encuentran los antecedentes de las órdenes religioso-militares en instituciones islámicas han prescindido de atender a otros antecedentes que ya estaban presentes en los tiempos más remotos de la Europa precristiana: las "Mannerbunde", las "cofradías de hombres". Lo mismo en la Roma de los orígenes, que en la Hispania prerromana, que en Escandinavia podemos rastrearlas. Podemos describirlas a grandes rasgos como cofradías guerreras paganas que combinaban la vida en comunidad de guerreros que se identificaban con un animal totémico: en los pueblos nórdicos eran los "berserkir" (los vestidos con piel de oso) que entraban en batalla poseídos por el espíritu del oso, o del lobo, o del toro. Se sabe de ellos: lo mismo en el sur que en el norte de Europa. Los guerreros vinculados a ellas por sagrados juramentos combinaban la vida religiosa (pagana) con la guerrera (3).
 
El historiador Henri Focillon (1881-1943) encontraba la explicación de la expansión normanda en dos fuerzas diametralmente opuestas para él: el cristianismo que lentamente iba aceptándose entre los bárbaros septentrionales y "el mantenimiento de las tradiciones y de las virtudes bárbaras en toda su pureza". Según el mismo autor, para conservar esas tradiciones guerreras los vikingos contaban con un centro que venía a ser el Santuario de las tradiciones paganas nórdicas: la fortaleza de Jomsbourg: "parece ser que el centro -escribe Focillon- de conservación y entrenamiento fue la famosa fortaleza de Jom o de Jomsbourg; en las circunstancias difíciles se acudía a los vikingos de Jom; allí se mantenía el vigor impetuoso de la gente" (4).
 
En la fortaleza de Jom (Jomsborg) parece que vivieron los llamados jomsvikingos entre los años 960 y 1043. En la "Jómsvíkinga Saga" se nos cuenta la fundación de Jomsborg por Palnatoke, caudillo vikingo danés, así como la constitución de la cofradía de los Jomsvikingos que acogía selectivamente a vikingos que, sometiéndose a pruebas diríamos que iniciáticas, pasaban a formar parte de una congregación que vivía una estricta vida de guerreros que, a la vez, profesaban con toda pureza las tradiciones paganas y la vida militar, aunque como mercenarios cabía alistarlos bajo las banderas cristianas. Aunque muchos autores han relegado la cofradía de los Jomsvikingos a lo legendario, siendo Jomsborg una suerte de fortaleza mítica, una de las autoridades en la materia, Eric Graf Oxenstierna, escribe: "Los "jomvikingos" de la desembocadura del Oder merecerían un capítulo especial. Se ha hablado mucho de ellos en las leyendas, pero la arqueología no ha podido encontrar sus huellas. Pocas noticias nuevas se han tenido de ellos durante los últimos decenios. Parece ser que su ciudad más rica y comercial fue Wollin" (5).
 
Tenemos así que no es menester recurrir, por lo tanto, ni a los "asesinos" ni a las "rábidas" musulmanas, para entender que en la confrontación del cristianismo con el mundo germánico se pudiera producir esa simbiosis que dio por resultado nuestras Órdenes religioso-militares, capaces de poner la belicosidad al servicio de la defensa caballeresca del prójimo, de los más débiles y oprimidos.
 
Tendríamos que tener en cuenta que la Reconquista de España no hubiera sido factible de no conservarse la idea movilizadora que se afanaba por la restauración de la Gothia Hispánica. Por ello los incipientes focos de resistencia en nuestro septentrión peninsular conservaron celosamente muchas instituciones de los visigodos que -por muy romanizados y cristianizados que estuvieren- no dejaron nunca de mantener una piadosa reverencia por las tradiciones ancestrales. De ahí que el prestigioso filólogo español Enrique Bernárdez haya llamado la atención sobre las concomitancias que existen entre las sagas nórdicas y el Poema de Mio Cid. Las tradiciones germanas nunca desaparecieron de entre nosotros. El enamorado caballero leonés Suero de Quiñones (1409-1459) traía al cuello una argolla como prueba de rendido amor y esclavitud por su esquiva dama Doña Leonor de Tovar y, para librarse de esta vergonzosa señal de servidumbre que se había aplicado a sí mismo, se presentó ante el rey Juan II para concertar su propio rescate compitiendo con todos los caballeros de Europa que vinieran a disputarle el Paso Honroso (6). Aunque no por razones de amor cortés, como en el caso de Suero de Quiñones, el uso de llevar voluntariamente un distintivo de vergüenza (a modo de voto religioso) solo redimible merced a una acción heroica es antiquísimo entre los pueblos germanos. Esta usanza se encuentra recogida en la "Germania" de Tácito: "Los más valientes se colocan, además, un anillo de hierro (cosa ignominiosa para esta gente) y lo llevan como una atadura hasta que se liberan de ella con la muerte de un enemigo" (7). Vemos, pues, que el motivo por el que Suero de Quiñones protagonizó en el año 1434 la defensa del Paso Honroso (librarse de la argolla) era uso de los germanos, ya comentado por Tácito a caballo de los siglos I y II d. C. (y eso es la fecha en que vivió Cornelio Tácito, pero la costumbre germana haremos bien en suponerla todavía más remota en el tiempo). 
 
Teniendo en cuenta que las tradiciones germánicas (y, más todavía algo tan vital como sus instituciones religioso-guerreras) nunca se desvanecieron del todo entre los reconquistadores que se sabían herederos de los visigodos, es plausible que Rodrigo Jiménez de Rada remontara la fundación de la Orden de Santiago a la batalla de Clavijo, pues debía resonar entre nuestros antepasados que, lo mismo que Santiago Matamoros se había puesto a la cabeza de nuestras huestes en la de Clavijo, en tiempos inmemoriales el tuerto Odín, a la cabeza de sus mesnadas, recorría todavía los bosques primigenios de Europa en una frenética y espectral "cacería salvaje": la Asgardsreia danesa, la Odens jakt sueca, la Raging Host alemana. Y si el séquito fantasmagórico de Odín eran los guerreros muertos en batalla, los seguidores de Odín en la tierra habían sido los berserkes y aquel último reducto de los Jomsvikingos, órdenes religioso militares paganas.

El bienaventurado Apóstol Santiago, como caudillo, también merecía una orden.
 
NOTAS:
 
(1) Gómez Salazar, Sr. D. Francisco, "Discurso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas", con motivo de su recepción pública, Madrid, 1885.
 
(2) Marx, J., "Compendio de la Historia de la Iglesia", Editorial Librería Religiosa, Barcelona, MCMXLVI.
 
(3) Sobre este tema he tratado someramente algo en "Cofradías guerreras del lobo en la Península Ibérica", en el blog de MUNDIVM.
 
(4) Focillon, Henri, "El año mil", Alianza Editorial, Madrid, 1987.
 
(5) Eric Graf Oxenstierna, "Los vikingos", Luis de Caralt Editor, Barcelona, 1977.
 
(6) Pero Rodríguez de Lena, "Libro del Passo Honroso defendido por el excelente cavallero Suero de Quiñones", Espasa-Calpe, Madrid, 1970.
 
(7) Tácito, "Agrícola. Germania. Diálogo sobre los oradores", Biblioteca Básica Gredos, Barcelona, 2001.

sábado, 18 de abril de 2015

LA DEMOCRACIA DE LOS SEÑORITOS SEPARATISTAS


Imagen de www.labolsa.com

Por Antonio Moreno Ruiz 
Historiador y escritor


Es curioso cómo los separatistas antiespañoles, que abarcan tan amplio abanico ideológico (desde clásicos comunistas a "nazis" como Ravello y Bochaca, pasando por los omnipresentes liberales), sin embargo, hasta se ofenden cuando uno les habla de plausibles "hechos diferenciales" en Andalucía tan "justificados" o más que sus absurdas teorías, y en seguida, comienzan con una verborrea de tópicos que, amén de odio, destila ignorancia. No en vano, la Prostitución de 1978 establece “nacionalidades” y “regiones”; porque, como reza la orwelliana máxima, unos son más iguales que otros. Entonces, unos tienen derecho a la nacionalidad, y otros no. La historia de unos parece que es más exclusiva que la de otros, y tiro porque me toca.

Por ejemplo: Mientras que los separatistas “catalanes” exaltan que el rey Jaime I tomara Valencia y derrotara a los musulmanes, los separatistas “andaluces” consideran la peor ofensa del mundo celebrar la Toma de Granada… ¿En qué quedamos?


Jaime I el Conquistador
Imagen de www.laguia2000.com




Blas Infante en Marruecos, vestido a la usanza marroquí.
Imagen de hacheandaluza.blogspot.com

 


Y es que amén de inventos e incoherencias, el separatismo siempre ha sido un tema clasista, burgués, racistoide, de señoritos. Señoritos cobardes que se ponen muy nerviosos cuando en Barcelona se manifiestan bastante más de 40.000 personas por la hispanidad y ya reculan. Con todo, más grave todavía es el papel del "andalucismo", porque en su día, Blas Infante, personaje que nunca fue seguido por el pueblo andaluz, aun sabiendo del odio antiandaluz de los discípulos de Arana, Castelao y Prat de la Riba, sin embargo colaboró activamente con ellos. Este oscuro e impopular personaje no consiguió ni acta de diputado y, ocultando "prudentemente" su más que posible conversión al islam y su simbología islamista (de una bandera que jamás ha sido la de "Andalucía"), nos lo meten como padre de la patria, tras un estatuto al que el 63% del pueblo andaluz le dio la espalda.

¡¡Democracia!!


Imagen: Militantes sionistas apoyando el separatismo "catalán"




Pues eso es lo que hay. Y el que lo intenta hablar claro es apartado de la sociedad del buen rollito, la misma que presume de "libertad", "progreso", "tolerancia" y todas esas palabras mágicas.

viernes, 10 de abril de 2015

SERIES TELEVISIVAS POLICIALES

Foto de un usuario.



NO SERÁ POR LUMINOL

Manuel Fernández Espinosa

En una conversación que tuve hace tiempo con un médico forense recuerdo que hablamos sobre el luminol. El luminol lo ha divulgado la popular serie televisiva norteamericana "C.S.I.", siendo su nombre técnico el de "peróxido de hidrógeno", como bien saben los químicos. Mi amigo forense se asombraba de las cantidades en que los actores de la serie emplean el luminol para revelar rastros de sangre invisibles a simple vista. En España, concluía mi interlocutor, no hay tanto luminol y si lo hay, lo tenemos racionado.
 
Esto nos lleva a pensar, primero: en la cantidad de series de género policíaco que nos ofrece la parrilla televisiva; segundo: que la mayor parte de estas series son de nacionalidad norteamericana; tercero: ¿qué función cumplen estas series televisivas?
 
Para responder a esta pregunta tal vez sea oportuno establecer una clasificación de estas series (centrándonos en las norteamericanas y prescindiendo de las de producción europea que son un servil epígono de las estadounidenses). Propongo la siguiente clasificación:
 
SERIES TELEVISIVAS POLICÍACAS:
 
-"Para-científica": Aquí cabe mencionar las más señeras y vaya por delante "C.S.I.", "Bones", "Mentes criminales" y "El cuerpo del delito". Su rasgo característico es que los personajes principales son científicos, policías o civiles, que aplican una metodología científica (multidisciplinar en "C.S.I." y "Bones", psicológica en "Mentes criminales" o forense en "El cuerpo del delito") en la resolución de sus casos.
 
-"Con personal civil auxiliar": "Castle", "El mentalista". Son series en las que un personaje que no tiene formación policial, presta su servicio por razones extraordinarias en la investigación de casos.
 
-"Verosímiles": "Ley y orden: Unidad de víctimas especiales" o "Blue Bloods". Son series policiales en estado puro, ni la ciencia ni el talento especial de alguno de sus personajes desempeñan un papel decisivo en la solución de la trama de sus episodios. Más bien es la profesionalidad, el código ético y la colaboración entre los compañeros del equipo los que tienen el mérito de resolver los casos.
 
En todas estas series se percibe que, además del efectivo liderazgo de un protagonista, el equipo es muy importante, aunque haya series con fictos que acaparan la principalidad, relegando a un papel secundario a los mismos policías que son su comparsa, ejemplo de esto lo tenemos en la doctora Megan Hunt de "El cuerpo del delito" o el médium Patrick Jane de "El mentalista" que, por sus marcadas personalidades respectivas, concentran el protagonismo. En otras series el protagonismo es compartido: estableciéndose incluso lazos sentimentales y conyugales como ocurre entre el escritor Richard Castle y la inspectora Kate Beckett o la antropóloga Temperance Brennan y el agente Seeley Booth. En las series que he calificado como "verosímiles" el protagonismo lo tiene un equipo de investigadores o, en el caso de "Blue Bloods", la familia Reagan.
 
Esta clasificación se podría haber hecho de otra manera, pues cualquiera podría alegar que "Bones", por ejemplo, pudiera incluirse en la series televisivas policiales con personal civil auxiliar, dado que el equipo científico está formado por civiles que colaboran con el F.B.I., pero he atendido al carácter que marca la impronta de la serie. También podríamos haber ensayado una clasificación por su tendencia ideológica. Si lo hiciéramos, sería fácil hallar que "Bones" es lo que llamaríamos en España la "más progresista" y el título de más conservadora de todas tendríamos que otorgárselo a "Blue Bloods" en la que, a cada episodio, se hace una apología del ideal neocon, en que la familia (nada más y nada menos que apellidada "Reagan") es el núcleo protagonista, donde brilla el corporativismo policial y los valores religiosos y morales son exquisitamente tratados.
 
Se trata de un género que no es ninguna novedad televisiva, puesto que series policiales norteamericanas las ha habido siempre en nuestra televisión: recuérdense aquellos Starsky y Hutch, el entrañable teniente Colombo o el otro teniente Kojak. Podría decirse que la función principal de estas series televisivas es el entretenimiento. Pero su éxito no reside en el rato de esparcimiento que procuran a su público, sino que estriba en la satisfacción de una necesidad muy profunda del género humano: el triunfo de la justicia, la victoria de los buenos sobre los malos y, para la mentalidad burguesa: el sentimiento de seguridad que transmite el trabajo de las fuerzas policiales, auxiliadas por la ciencia o por personajes que tienen un don especial para resolver los más enrevesados homicidios o despejar las amenazas contra la sociedad. Estas series pueden ser adictivas por la simpatía que inspira la humanidad de sus personajes, bien trazados, ingeniosos, con toques humorísticos y siempre dispuestos a superar sus dramas personales de cualquier índole, anteponiendo el servicio a las causas del bien y de la justicia.
 
Su funcionalidad política se descubre cuando la ficción contrasta con la realidad: es prácticamente a diario que saltan casos de abusos policiales reales que ocurren en Estados Unidos y casi todos ellos encuentran el motivo de su sinrazón en el racismo policial. Es entonces cuando comprendemos que estas series cubren la necesidad de justificar el papel del Estado y su brazo armado: la policía. Y vienen a persuadir al ciudadano de que, por mal que estén las cosas, a pesar de la corrupción que pudiera haber incluso dentro de los cuerpos de seguridad, por inquietante que sea la presencia del mal, hay personas y equipos incorruptibles que luchan por impedir el mal o hacer justicia. Pero, ¿es eso así?
 
Como las novelas de caballería, las series policiales norteamericanas entretienen sobre la base de los más antiguos principios épicos, acomodados a la sociedad actual. Como las tragedias griegas, su función es catártica. Y como aquellas "comedias" de Lope de Vega o Calderón donde el Rey impartía justicia, su cometido político consiste en afianzar a la sociedad en su lealtad al Estado que, con sus fuerzas de orden público, vela por la seguridad y la paz, aplicando la ley para hacer la justicia.
 
En Europa, en España, cuando alguna cadena de televisión ha apostado por series policiales, no ha salido tan bien: el éxito ha sido muy diferente del que tienen las norteamericanas no solo en USA, sino en la misma Europa. En Austria se trató de hacer con el perro "Rex"; en España se hizo con "El comisario" y en Italia se ha hecho con el simpático cura "Don Matteo". Habría que preguntarse la razón por la que no salen tan buenas series policíacas en Europa. 
 
Y me aventuro a decir que no es por la falta de "luminol" por lo que las series policiales europeas dejan tanto que desear. Cuando una unidad política es artificial, como Europa; cuando se ha preferido liquidar la tradición religiosa y nacional en cada una de las "naciones" que forman esa Unión Europea; cuando no se tiene ni idea de lo que es una nación (y vale hasta el patio de mi casa); cuando es de mal tono defender públicamente el cristianismo; cuando se le llama familia a cualquier cosa; cuando lo mismo de europeo es rezar a Buda que mirando a la Meca; cuando el patriotismo que se invoca no pasa de una Constitución de 1978... Pues, vamos a ver, seamos serios: sobra hasta la policía ficticia para ofrecer la ilusión de seguridad. Hay que tener, como mínimo, la voluntad firme de cohesionar una sociedad y darle razones para que ésta misma justifique su autodefensa, así es como pueden hacerse series policiales verosímiles y con una función social y política que explique una inversión económica en generar un producto televisivo. 
 
Como podemos ver, no es el luminol lo que nos falta.