RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

viernes, 1 de mayo de 2015

LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS

 
 
 
 
 

 

La expulsión de los moriscos: una cuestión perenne.
 
 
 
 
por Manuel Fernández Espinosa
 

 
 
Es normal leer en ciertos y malos libros de Historia, muy propensos a las mitificaciones, que la expulsión de los moriscos fue una torpeza política, pero así como los gitanos han podido, aunque a duras penas, integrarse en España sin perder sus señas de identidad, siendo en la actualidad tan españoles como todos los demás lo somos, los moriscos no pretendieron nunca otra cosa que invertir los progresos alcanzados por la Reconquista, para volver a convertir a España en la punta de lanza del Islam en Europa. Una expulsión oportuna pudo frenar ese retroceso que de nuevo nos hubiera sumido en las tinieblas del año 711
 
 

Siete de la mañana del día 13 de junio de 1601. En Velilla, apacible pueblo a las riberas del Ebro, no muy lejos de Zaragoza, una famosa campana de diez palmos de circunferencia empieza a teñir a pausas, unas largas y otras cortas, sin que actuara sobre ella ningún impulso humano. Según los testigos, unas veces el badajo se movía en círculo, lamiendo con horrísono y broncíneo lamento los labios de la campana, otras veces daba grandes golpes a oriente, a poniente y al sur, nunca al septentrión. La campana tocó así, sin que nadie la accionara y ante el estupor de todos los que se acercaron a presenciar el portento, desde ese 13 de junio hasta el 29 de ese mismo mes y año del Señor de 1601, reinando en las Españas Felipe III de Austria. 

La leyenda dice que esta campana, llamada la campana de Velilla, tiene esta extrañísima virtud debido a que, según los lugareños, fue fundida en las mismas fraguas en que fuera acuñada una de las treinta monedas con que pagaron a Judas su traición. La antigüedad conserva cumplida crónica de las ocasiones en que la campana fue tañida por invisible mano; pasó así estando en prisión el Rey D. Alfonso de Aragón, así ocurrió a la muerte de Fernando el Católico, y así sucedió cuando el saco de Roma. Dícese, al cabo, que la campana de Velilla suena cuando se ciernen sobre Aragón, bien infortunios o bien prosperidades. Y decir Aragón es decir España. 

La barbarie morisca. 

Cuando tocó la campana de Velilla en 1601 lo hizo, así lo atribuyeron nuestros antepasados, a una feliz determinación de la Corona: la expulsión de los moriscos se realizaría muy pronto. La Providencia confirmaba con la campana de Velilla el buen suceso.  Muchos años antes de que la campana de Velilla tañera como présago de la inminente expulsión de este elemento alógeno, los moriscos granadinos habían sembrado el terror. En 1568 se habían sublevado en las Alpujarras cometiendo infames crímenes, y mientras que se perpetraban auténticas orgías de sangre, sus secuaces proclamaban como rey propio a Fernando de Córdoba, de la simiente de Abén Humeya.  Podemos decir que después de conquistada Granada por los Reyes Católicos en 1492, los moriscos -población vencida- se habían beneficiado de unas condiciones muy generosas, pactadas en la capitulación. Se les permitió elegir si quedarse en Andalucía, respetándoles su religión y leyes, o tomar el camino de regreso a África. Pero la bondad de los Reyes Católicos costaría cara a los españoles: se repetía la famosa fábula del pastor que arropó a la víbora en su regazo, cuando la víbora salió de su letargo, le mordió. La Corona, haciendo uso de la legitimidad que le asistía, había promocionado una política de repoblamiento, trayendo a las Andalucías colonos cristianos del Norte que devolvieron a las tierras meridionales de España el aspecto que perdieron en el aciago año de 711.

Ya decimos que, toda vez reconquistada España, muchos moriscos tomaron la derrota de África aunque se les había permitido quedarse. Aquellos que se quedaron no se conformaron con las ventajas estipuladas en las capitulaciones de Granada; fue entonces cuando empezó una lacerante guerra. En las primicias de esta rebelión todo hacía pensar a las autoridades españolas que no se trataba de otra cosa que de hechos aislados: robos violentos perpetrados por los "monfíes", una especie de salteadores de caminos musulmanes, pero con el tiempo los monfíes, liderados por el descendiente de Abén Humeya, el más arriba mencionado Fernando de Córdoba, se convertirían en los verdugos más encarnizados de todas las mujeres, niños, viejos y clérigos cristianos que encontraban a su paso.  Diego Hurtado de Mendoza nos cuenta las horrorosas matanzas que, hasta el grado más monstruoso, perpetraron los moriscos contra la pacífica y desarmada población española que con ellos "convivía" [como gustan decir a los sostenedores de esa absurda mitología de las tres culturas].  "Comenzaron por el Alpujarra, río de Almería, Boloduí, y otras partes a perseguir a los cristianos viejos, profanar y quemar las iglesias con el sacramento [dentro], martirizar religiosos y cristianos, que, o por ser contrarios a su ley, o por haberlos doctrinado en la nuestra, o por haberlos ofendido, les eran odiosos. En Guecija, lugar del río de Almería, quemaron por voto un convento de frailes agustinos, que se recogieron a la torre, echándoles por un horado [agujero] de lo alto aceite hirviendo, sirviéndose de la abundancia que Dios les dio en aquella tierra para ahogar sus frailes. Inventaban nuevos géneros de tormentos: al cura de Mairena hinchieron [hincharon] de pólvora y pusiéronle fuego; al vicario enterraron vivo hasta la cinta, y jugáronle a las saetadas [lo que significa que después de enterrarlo hasta la cintura, lo flechearon]; a otros lo mismo dejándolos morir de hambre. Cortaron a otros miembros, y entregáronlos a las mujeres, que con agujas los matasen; a quien apedrearon, a quien acañaverearon [hirieron con cañas cortas en puntas], desollaron, despeñaron; y a los hijos de Arze alcaide de La Peza, uno degollaron, y otro crucificaron, azotándole, e hiriéndole en el costado primero que muriese. Sufriólo el mozo, y mostró contentarse de la muerte conforme a la de Nuestro Redentor, aunque en la vida fue todo al contrario; y murió confortando al hermano que descabezaron. Estas crueldades hicieron los ofendidos por vengarse; los monfíes por costumbre convertida en naturaleza." ("Guerra de Granada".)  A la luz de sus tremendos crímenes se entendió que no se trataba de hechos aislados, sino de una ofensiva en toda regla, por lo que se deduce que la expulsión se hizo una necesidad imperiosa para la preservación de España, item más los moriscos tendían puentes con el Turco que asolaba el mar Mediterráneo.

La expulsión fue una más que prudente medida: fue lo más acertado que se pudo hacer bajo el reinado de los Austria menores. Así lo afirma, con la solvencia que por desgracia no tienen algunos historiadores españoles, el historiador e hispanista John Huxtable Elliot: "...resulta plausible la creencia de que la expulsión era la única solución posible. Fundamentalmente la cuestión morisca era la de una minoría racial no asimilada -y posiblemente no asimilable- que había ocasionado trastornos constantes desde la conquista de Granada. La dispersión de los moriscos por toda Castilla, después de la represión de la segunda rebelión de las Alpujarras, en 1570, sólo había complicado el problema extendiéndolo a áreas hasta entonces libres de población morisca. A partir de 1570 el problema morisco fue un problema tan castellano como valenciano o aragonés, aunque sus características variasen de una región a otra." ("La España imperial 1469-1716")  Derramados por toda la península, crecían con asombrosa celeridad, el ritmo de crecimiento de la población morisca era de un 70% entre 1533 y 1609, frente a un 45% de la población española. Encapsulados y a la espera de ser invencibles por número se habían organizado en Valencia con el significativo nombre de "la nación de los cristianos nuevos de moros del reino de Valencia", que nos puede recordar los nombres que en la actualidad han adoptado las llamadas "comunidades islámicas" que crecen con similar vertiginosidad en nuestra España de hoy. Se descubrió no sólo relaciones entre moriscos con turcos, sino también contactos entre moriscos asentados en Aragón y el gobernador francés de Bearn y ocupaban tierras que pertenecían por derecho propio a españoles menos afortunados. Pero muchos nobles los protegían, por el beneficio económico que les deparaban.  Se estima que fueron expulsados 275.000 de los más de 300.000 moriscos que se calculan existentes. Algunos piensan que esto supuso un grave varapalo para la economía española, pero Elliot sostiene que: "creer que su expulsión tuvo consecuencias comparables a la de los judíos, en 1492, es absurdo". Otra cosa es que el gobierno de Lerma no supo encauzar la situación abierta tras su acertada expulsión.  La literatura barata que exagera las consecuencias de una medida tan oportuna no tiene ningún derecho a condenar una expulsión que se era cuestión de vida o muerte. Si, como algunos de esos noveleros afirma, nuestros antepasados del siglo XVII hubieran sido xenófobos radicales, hubiéramos podido asistir a la expulsión de otros colectivos alógenos que tenían su residencia en España, como los gitanos, pongamos por caso. Y no faltaron voces que así lo proclamaron. En 1621 el sabio economista D. Pedro Fernández de Navarrete publicaba anónimamente su "Conservación de monarquías", que más tarde se volvería a publicar en 1626 con el nombre de su autor. En este libro se aconsejaba la expulsión de otros segmentos de población considerados no-españoles y que habían sobrevivido a la expulsión de los moriscos, como gitanos e irlandeses. No prosperaron las indicaciones de Fernández de Navarrete, y aunque los gitanos tardaron en acomodarse, podemos afirmar que, en términos generales, el gitano es hoy por hoy uno de los colectivos que, conservando celosamente sus propias costumbres y cultura, es tan español como el que más.  En el siglo XVIII un franciscano de Torredonjimeno (provincia de Jaén), fray Juan Lendínez, decía así en su libro inédito "Augusta Gemela ilustrada" (año 1778) que: "Atribuyose este tañido [de la campana de Velilla, más arriba referida] a feliz pronóstico de la expulsión de los moriscos. Cuyos tratos con los enemigos de España, principiando a descubrirse más visos por estos días llamaron la atención del Monarca. Súpose tenían trato con el Gran Turco, y otros reyes del África, para entregarles a España; levantándose para día determinado; y aguardaban [los moriscos] llegasen con brevedad los socorros que habían pedido, contando ellos ciento y cincuenta mil combatientes. Dentro de estos reinos [de la Andalucía] habían solicitado alianzas, varias veces, aun con los Príncipes Christianos [con Francia, enemiga secular de España, y Venecia, rival mercantil del Mediterráneo].

"Esto, con muchas muertes que hacían a los naturales españoles, y habérseles averiguado el ser apóstatas de Nuestra Santa Fe, y que vivían en la observancia de su malvada ley, puso al Rey en la necesidad de tratar en sus Consejos, si le sería lícito y útil al Estado la expulsión de los moriscos. Dividiéronse los pareceres, según eran en los Ministros los intereses, pero al fin, prevaleciendo el mayor número de votos, y tomando las mayores precauciones para la seguridad del hecho, fueron expelidos de todas las Provincias de España en 1610. ¡Feliz año! En que acabando España de arrojar de su seno tanto número de enemigos, vió cumplidos los deseos de tantos años. "Del Reyno de Valencia salieron para el África cerca de ciento cuarenta mil; con algunos que por rebeldes fueron puestos al remo. De Aragón y Cataluña salieron setenta mil; de Castilla la Vieja y la Nueva, la Mancha y Extremadura, otros setenta mil, con tres mil que salieron de Hornachos, y de los Reynos de Andalucía salieron treinta mil que en todos suman trescientos y diez mil personas. Permitióseles llevar sus bienes muebles y semovientes, quedando los raíces a favor de los Señores de los Lugares de quien eran vasallos, en Valencia, Aragón y Cataluña; y en los demás Reynos se aplicaron al Real fisco. Dícese que pereció la mayor parte, y que los demás, dondequiera que llegaron, fueron mal recibidos y [mal] tratados; y así afirman ellos que esta expulsión fue la mayor calamidad que han sufrido ellos mismos. Antes de salir de España, manifestaron cuán bien merecido tenían este castigo, por secuaces de su Profeta falso; y de consiguiente se casaron con muchas mujeres, confesando ser christianos en la apariencia, y de corazón observadores del Alcorán de Mahoma. Los moriscos de la Mancha fueron conducidos por los pueblos de Jaén]; lo que causó notable sentimiento de la piedad christiana de sus moradores, especialmente, la inocencia de los niños, que padecían la pena que sus padres merecían.

(...) "Concluida la expulsión de los moriscos en 1611 y viéndose ya los pueblos libres de los sustos que ocasionaba esta gente infame, se aplicaron al ejercicio de su piedad." 


(Augusta Gemella Ylustrada con los pueblos de su Partido hoy villa de Martos, pp. 390-393). 

La solución aportada por los Austria al problema morisco, expulsándolos de España, no fue, como pretende hacernos creer la historiografía más interesada y filoislámica, cuestión de xenofobia, sino cuestión de vida o muerte para España. Una cuestión perenne, como podemos apreciar contemplando el panorama actual.

Originalmente publicado en la Revista ARBIL  

miércoles, 29 de abril de 2015

INSULARIDAD Y TRADICIÓN

Foto: Islandia Noticias y Recomendaciones

INSULARIDAD Y TRADICIÓN

Manuel Fernández Espinosa


No ha pasado desapercibido a las mentes más lúcidas, pero tal vez sea oportuno insistir. Las sociedades isleñas no son como las sociedades continentales.

 
A menudo, el hombre continental muestra una ingenua seguridad en la firmeza del continente sobre el que pisa. Eso lo dispone, incluso muy alegremente, a creer que no hay problemas de espacio: "Ancha es Castilla" -se dice el continental. Y en la confianza que deposita en la enorme anchura del espacio sobre el que hace su vida se figura que hay sitio para todos, que todo puede ser contenido, que siempre se puede hacer lugar, para vivir en vecindad con lo que se tercie. En virtud de la superstición en las inexhaustas capacidades que otorga el generoso espacio donde lo parieron y lleva su vida (como puede y le dejan), el hombre continental consiente las inmigraciones y las acoge, si no es que -por el indoctrinamiento mediático- incluso las celebra y las apoya, viendo como positivo la mezcla, aunque sea explosiva. En su pasividad o en su activa complicidad con todo lo que permite que entre en su continente, el hombre continental nunca barrunta los cambios que eso puede provocar. Y cuando acuerda, ya puede ser tarde.
 
 
Las sociedades insulares son más reacias a los cambios. Pensemos en naciones como Inglaterra que, hasta hace unas décadas, ha gozado de un aristocrático aislamiento y que todavía amaga un mohín a todo lo que le viene de la Europa continental. Otra isla, tan simpática para los españoles, como Japón es buen ejemplo también de lo que vengo diciendo: hasta la llamada Era Meiji (1868), Japón permaneció nirvanáticamente aislado, como oliéndose lo que le podría venir de fuera. Y hoy hemos leído que Jónas Guðmundsson (buen nombre para un ballenero el de Jonás), comisario islandés a la sazón, ha degorado felizmente una ley que data del año 1615 y que permitía asesinar a marinos vascos, por considerarlos invasores. Con todo y con ello, un vasco salvó el pellejo en aquella jornada. Lógicamente, haremos bien en suponer que muchos vascos han ido a Islandia desde 1615 a esta parte, sin que ello le costara la vida a ningún vizcaíno. Pero, el hecho es que la ley, siglos después, estaba todavía vigente. Fenónemos así, además de ser anecdóticos, ponen sobre la mesa la personalidad de un pueblo.


Islandia conserva celosamente sus tradiciones: la lengua islandesa se resiste a evolucionar y permanece prácticamente en el siglo XII, salvando cambios fonéticos, por lo que los islandeses todavía pueden leer las Eddas y sagas en su lengua original, con menos dificultad que nosotros el Cantar del Mio Cid. Y lo que más honra a este país es que, maguer presionen los nuevos medios de comunicación de masas, el islandés evita a toda costa los préstamos extranjeros, con lo que mantiene a raya la introducción en su léxico de extranjerismos. Los neologismos para nuevos aparatos (teléfono, ordenador...) no han sido aceptados pasivamente, sino que, formándolos con su propio acervo lingüístico, han creado sus neologismos islandeses.


La técnica uniformadora y globalizante podrá infiltrarse en las islas, pero siempre es confortante saber que todavía hay insulares, de esos que, como apuntó Julio Camba, por estar convencidos de ser isleños, practicaban una política isleña: "El mundo cambiaba, y ellos seguían lo mismo". Y es que los que mejor podemos entender a los insulares somos los peninsulares, doblemente amenazados por lo que entra por el litoral y por el Itsmo.

martes, 28 de abril de 2015

DESPERTAD

 
 
 
Por Rafa Bocero
 
 
Hace ya unas semanas que vivimos la pasión del Señor, pero hay que decir que siempre estás sufriendo.
 
Y es que te vuelven a prender, ya no es en el monte de los olivos, ni llevan espadas como armas ni antorchas para iluminar su camino, pero siguen siendo los mismos fariseos, esos que en su día defendían lo mejor para el pueblo pero te condenaron porque acababas con su juego. Y te siguen besando, no un solo Judas, pues él se aparece en el cuerpo de muchos.
 
Igual que el señor era perseguido en su momento, ahora lo somos todos los cristianos. Y es que somos los malos de la película, da igual de lo que trate siempre seremos los malos.
 
En el día de la mujer multitud de personas de manifestaban defendiendo los derechos de la mujer, esas mismas personas callan cuando ven a una musulmana con el burka y si tú gritas contra eso, tú eres el xenófobo, el machista.
 
¿Quienes somos nosotros para prohibir que una mujer lleve un burka?, nos dicen, ¿quienes somos nosotros para rechazar que recen en sus templos? No somos nadie -nos dicen. Pero cuidado, porque esos mismos que te denuncian, que te acusan son los primeros que prohibirían la Semana Santa, los primeros que tirarían y quemarían las iglesias. Y es que nos venden un país laico, pero sabemos que es mentira, porque su deseo es que el Islam esté por encima de todo, y más de los cristianos.
 
Porque su trabajo es perseguir al cristiano como hicieron esos fariseos que inventaron calumnias. Nosotros somos los verdaderos mártires, esos mismos que se olvidan que España es un estado aconfesional donde la mayoría es católica. Esos mismos que entienden por igualdad de religiones prohibir los crucifijos en los colegios públicos, pero impiden que se moleste al musulmán con clases o palabras prohibidas por su religión. ¡Despertad! No hagáis como San Pedro que negó 3 veces y miró hacia otro lado. Despertad y ver como un católico es perseguido en las universidades y escuelas en defensa del islam, en defensa de esa religión que lo único que desea es acabar con el infiel.
 
Despertemos pues las conquistas pasadas volverán a producirse, y como bien pasó en la gloriosa batalla de las Navas de Tolosa.
 
¡Santiago y Cierra España!

viernes, 24 de abril de 2015

CÓRDOBA ANTE EL RETO DEL MULTICULTURALISMO

 
 
Por Rafael Bocero
 
 
CÓRDOBA ANTE EL RETO DEL MULTICULTURALISMO. Crónica de una jornada muy concurrida.
 
 
En el Hotel Córdoba Center volvía a realizarse una conferencia organizada por la plataforma ‪#‎StopISISya‬, en ésta los ponentes eran Serafin Fanjul, Gustavo Bueno y Fernando Paz.
 
 
Cada uno hablaba desde su experiencia tanto académica como “vivida". Comenzó Serafin Fajul quien se centró en recordar que descendemos de los castellanos antiguos y no de los moros del Al-andalus, asi como aprovechó para contradecir a todos aquellos que califican solo al Andalus como Andalucía, cuando era toda la Hispania musulmana, también durante las preguntas del público, reclamó que el pueblo de Córdoba era quien debía reclamar y luchar por la Catedral, que pertenece a la Iglesia. Fue una charla muy amena y rápida como él decía, puesto que para explicar todo lo que sabe hace falta un día entero y no había tiempo. Recordó que las que solo existían eran dos culturas, puesto que los judíos no dejaron una “cultura” que hemos heredado, así como mencionar que no se vivía en convivencia como tanto han hecho pensar.



Gustavo Bueno fue más crítico con aquellas televisiones que favorecen al islamismo y a la sociedad que vive engañada, pues explicó que el mito de las tres culturas es reciente, no es antiguo como se intenta engañar al pueblo, que es algo que viene del 78 y más. Y recordó que fue en estos gobiernos cuando nombraron padre de Andalucía a un notario que se convirtió al Islam.

No hay musulmanes buenos y menos islamistas. Cuando se preguntó quién iba detrás de financiar, recordó que Qatar está detrás de muchas financiaciones y que Irán financia a Hispan TV. También mencionó que Cataluña prefiere a islamistas que a otros extranjeros.


Por último fue Fernando Paz, quien continúo la línea de Gustavo, quien recordó que los catalanes ganan con la idea de musulmanes antes que extranjeros hispano-hablantes, porque su idea es acabar con la Hispanidad. Más aún con las ideas de los nacionalistas y la izquierda, incluso con el respaldo del gobierno actual y el pasado, poniendo de ejemplo al reciente premio Cervantes. Recordó que tenemos cosas de la época musulmana como es normal, pero también los musulmanes lo obtuvieron de los hispanos y que si se quiere recordar el pasado, dejó totalmente claro que nuestra madre era ROMA.
 
 

jueves, 23 de abril de 2015

EL ORIGEN GERMANO DE LAS ÓRDENES RELIGIOSO-MILITARES CATÓLICAS




HERENCIA ANCESTRAL CRISTIANIZADA


Manuel Fernández Espinosa


El pacifismo que prevalece en el cristianismo actual se escandaliza ante un fenómeno netamente medieval: las Órdenes religioso-militares. ¿Cómo es posible que los cristianos llegaran a empuñar las armas? ¿No contradice esto el mandamiento de "amar al prójimo", incluso al enemigo?
 
La interpretación pacifista de los Evangelios complace una mentalidad acomodaticia como la actual y esta interpretación se regodea en reducir a Jesucristo a un manso cordero, olvidando que también es llamado "León de Judá" (Ap. 5, 5). De un tiempo a esta parte se ha subrayado la mansedumbre de Jesucristo, atendiendo a su primera venida para morir en Cruz y se ha relegado que nos está prometida una segunda venida de Jesucristo, en la que no vendrá para morir dócilmente en la Cruz, sino para imponer su reino de justicia. Esta reducción de Jesucristo y esta visión del cristianismo ha calado en la mentalidad de una mayoría de cristianos actuales, debido a muchas razones que sería tedioso compendiar aquí.

Digamos que el mismo Jesús de Nazareth dice: "Nolite arbitrari quia pacem venerim mittere in terram; non veni pacem mittere, sed gladium" (Mt. 10, 34) ["No penséis que he venido a poner paz en la tierra; no vine a poner paz, sino espada"]. Dígase lo que se quiera: podría interpretarse que es metáfora, pero nos parece que el concepto de "paz" (como el de "amor") es la clave para interpretar más atinadamente lo que siempre nos está diciendo Cristo. La paz de Cristo no es la paz a la que, en este mundo, aspiramos todos: o sea, que no haya guerras. Frente a la paz mundana se alza una paz sobrenatural. Cristo nos habla de la paz, sí; pero no de la paz de los pacifistas que condenan la guerra y de paso desarman a los buenos contra el empuje de los malos. Lo que para cada cual sea más importante (este mundo o el otro) es lo que decanta a cada cual bien a favor de la interpretación que rechaza la guerra (como un avestruz que esconde la cabeza), o bien a entender que, dado que en este mundo no puede haber paz mientras haya malos que quebranten la convivencia pacífica, la defensa propia es legítima. Como apunta Gómez Salazar: "Nada más ajeno al cristianismo que la guerra é injusta agresión al prójimo, pero muy conforme al mismo el principio del Derecho natural: Vim vi repellere licet, y la defensa del inocente contra la agresión de que es objeto. Esto se propusieron las mencionadas Órdenes militares" (1). Es "lícito repeler la violencia con la violencia" había asentado el Digesto de Justiniano.
 
Las Órdenes religioso-militares son fruto de la germanización del cristianismo. Para que pudieran brotar en la Cristiandad muchos fueron los peligros que había que conjurar: las invasiones normandas en el norte de la Europa cristiana y el peligro meridional en que se hallaba esa Europa, amenazada por el Islam invasivo: en España nos enteramos de ello muy pronto. Según un historiador de la Iglesia: "Una de las pruebas más notables del modo como la Iglesia penetró con su espíritu toda la vida medioeval, y acertó a crearse órganos para sus fines necesarios, se halla en la maravillosa alianza entre la Caballería y el Monacato, realizada en las Órdenes militares, las cuales debieron su origen a las Cruzadas y a las circunstancias particulares de España y del Reino de Jerusalén" (2).
 
En efecto, es precisamente en las zonas de fricción donde asistimos a la creación de las primeras órdenes religioso militares cristianas:
 
-En la España de la Reconquista nace, según Rodrigo Jiménez de Rada, el año 844 la Orden de Santiago. Muchos refutan esta fecha que ofrece el Primado de Toledo en su "De rebus Hispaniae", tal vez más abajo descubramos que Jiménez de Rada no estaba tan equivocado.
 
-En Prusia los paganos refractarios habían martirizado en el siglo X a San Adalberto de Praga y en el siglo XI a San Bruno de Querfurt con dieciocho compañeros. Cristián, Obispo de Prusia, fundó la Orden de los Caballeros de Dobrín que fueron barridos en la batalla de Estrasburgo y sus supervivientes pasaron a engrosar lo que se llamó los Hermanos de la Espada que se integrarían en la Orden de los Caballeros Teutónicos. En el Báltico también hubo presencia de órdenes religioso-militares: en Livonia se erigieron los Hermanos de la Espada y en Lituania estuvieron los de la Orden Teutónica.
 
-En los Santos Lugares, tras las Cruzadas, aparece la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén, la de los Caballeros Hospitalarios de San Juan y, aunque nacida en Francia, la famosísima Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón (los Templarios).
 
EL ORIGEN DE LAS ÓRDENES RELIGIOSO MILITARES

 
Uno de los asuntos que más disputas suscita es averiguar el origen de las Órdenes religioso militares. Y cuando decimos origen nos preguntamos por sus precedentes: ¿tuvieron las Órdenes religioso-militares antecedentes? Es lógico pensar que sí. En ese caso, ¿cuáles son las instituciones que las antecedieron en las que pudieron inspirarse los fundadores de las Órdenes religioso-militares católicas?
 
Se han dado dos respuestas a esta interrogante.
 
HIPÓTESIS ISLAMIZANTE: Desde principios del siglo XIX, los trabajos del orientalista austríaco Joseph Barón von Hammer-Purgstall (1774-1856) apuntarían que las órdenes militares católicas toman su inspiración del modelo musulmán de los "hashshashin" (los asesinos), con los que se dice que entraron en contacto los caballeros Templarios. Poco después de von Hammer, en 1820, el arabista D. José Antonio Conde y García (1766-1820), en su "Historia de la dominación de los árabes en España sacada de varios manuscritos y memorias arábigas", indicaría que las órdenes militares cristianas tomaron como modelo los "ribat" musulmanes (castellanizado: "rábidas"), centros que acogían a los muyahidin (forma plural árabe para designar a los que hacen la Yihad, aunque en español se dice muyahidines): en esta especie de fortalezas-monasterios los muyahidines se consagraban a la oración para hacer la guerra santa.
 
ORIGEN PAGANO-GERMÁNICO: Estas explicaciones que encuentran los antecedentes de las órdenes religioso-militares en instituciones islámicas han prescindido de atender a otros antecedentes que ya estaban presentes en los tiempos más remotos de la Europa precristiana: las "Mannerbunde", las "cofradías de hombres". Lo mismo en la Roma de los orígenes, que en la Hispania prerromana, que en Escandinavia podemos rastrearlas. Podemos describirlas a grandes rasgos como cofradías guerreras paganas que combinaban la vida en comunidad de guerreros que se identificaban con un animal totémico: en los pueblos nórdicos eran los "berserkir" (los vestidos con piel de oso) que entraban en batalla poseídos por el espíritu del oso, o del lobo, o del toro. Se sabe de ellos: lo mismo en el sur que en el norte de Europa. Los guerreros vinculados a ellas por sagrados juramentos combinaban la vida religiosa (pagana) con la guerrera (3).
 
El historiador Henri Focillon (1881-1943) encontraba la explicación de la expansión normanda en dos fuerzas diametralmente opuestas para él: el cristianismo que lentamente iba aceptándose entre los bárbaros septentrionales y "el mantenimiento de las tradiciones y de las virtudes bárbaras en toda su pureza". Según el mismo autor, para conservar esas tradiciones guerreras los vikingos contaban con un centro que venía a ser el Santuario de las tradiciones paganas nórdicas: la fortaleza de Jomsbourg: "parece ser que el centro -escribe Focillon- de conservación y entrenamiento fue la famosa fortaleza de Jom o de Jomsbourg; en las circunstancias difíciles se acudía a los vikingos de Jom; allí se mantenía el vigor impetuoso de la gente" (4).
 
En la fortaleza de Jom (Jomsborg) parece que vivieron los llamados jomsvikingos entre los años 960 y 1043. En la "Jómsvíkinga Saga" se nos cuenta la fundación de Jomsborg por Palnatoke, caudillo vikingo danés, así como la constitución de la cofradía de los Jomsvikingos que acogía selectivamente a vikingos que, sometiéndose a pruebas diríamos que iniciáticas, pasaban a formar parte de una congregación que vivía una estricta vida de guerreros que, a la vez, profesaban con toda pureza las tradiciones paganas y la vida militar, aunque como mercenarios cabía alistarlos bajo las banderas cristianas. Aunque muchos autores han relegado la cofradía de los Jomsvikingos a lo legendario, siendo Jomsborg una suerte de fortaleza mítica, una de las autoridades en la materia, Eric Graf Oxenstierna, escribe: "Los "jomvikingos" de la desembocadura del Oder merecerían un capítulo especial. Se ha hablado mucho de ellos en las leyendas, pero la arqueología no ha podido encontrar sus huellas. Pocas noticias nuevas se han tenido de ellos durante los últimos decenios. Parece ser que su ciudad más rica y comercial fue Wollin" (5).
 
Tenemos así que no es menester recurrir, por lo tanto, ni a los "asesinos" ni a las "rábidas" musulmanas, para entender que en la confrontación del cristianismo con el mundo germánico se pudiera producir esa simbiosis que dio por resultado nuestras Órdenes religioso-militares, capaces de poner la belicosidad al servicio de la defensa caballeresca del prójimo, de los más débiles y oprimidos.
 
Tendríamos que tener en cuenta que la Reconquista de España no hubiera sido factible de no conservarse la idea movilizadora que se afanaba por la restauración de la Gothia Hispánica. Por ello los incipientes focos de resistencia en nuestro septentrión peninsular conservaron celosamente muchas instituciones de los visigodos que -por muy romanizados y cristianizados que estuvieren- no dejaron nunca de mantener una piadosa reverencia por las tradiciones ancestrales. De ahí que el prestigioso filólogo español Enrique Bernárdez haya llamado la atención sobre las concomitancias que existen entre las sagas nórdicas y el Poema de Mio Cid. Las tradiciones germanas nunca desaparecieron de entre nosotros. El enamorado caballero leonés Suero de Quiñones (1409-1459) traía al cuello una argolla como prueba de rendido amor y esclavitud por su esquiva dama Doña Leonor de Tovar y, para librarse de esta vergonzosa señal de servidumbre que se había aplicado a sí mismo, se presentó ante el rey Juan II para concertar su propio rescate compitiendo con todos los caballeros de Europa que vinieran a disputarle el Paso Honroso (6). Aunque no por razones de amor cortés, como en el caso de Suero de Quiñones, el uso de llevar voluntariamente un distintivo de vergüenza (a modo de voto religioso) solo redimible merced a una acción heroica es antiquísimo entre los pueblos germanos. Esta usanza se encuentra recogida en la "Germania" de Tácito: "Los más valientes se colocan, además, un anillo de hierro (cosa ignominiosa para esta gente) y lo llevan como una atadura hasta que se liberan de ella con la muerte de un enemigo" (7). Vemos, pues, que el motivo por el que Suero de Quiñones protagonizó en el año 1434 la defensa del Paso Honroso (librarse de la argolla) era uso de los germanos, ya comentado por Tácito a caballo de los siglos I y II d. C. (y eso es la fecha en que vivió Cornelio Tácito, pero la costumbre germana haremos bien en suponerla todavía más remota en el tiempo). 
 
Teniendo en cuenta que las tradiciones germánicas (y, más todavía algo tan vital como sus instituciones religioso-guerreras) nunca se desvanecieron del todo entre los reconquistadores que se sabían herederos de los visigodos, es plausible que Rodrigo Jiménez de Rada remontara la fundación de la Orden de Santiago a la batalla de Clavijo, pues debía resonar entre nuestros antepasados que, lo mismo que Santiago Matamoros se había puesto a la cabeza de nuestras huestes en la de Clavijo, en tiempos inmemoriales el tuerto Odín, a la cabeza de sus mesnadas, recorría todavía los bosques primigenios de Europa en una frenética y espectral "cacería salvaje": la Asgardsreia danesa, la Odens jakt sueca, la Raging Host alemana. Y si el séquito fantasmagórico de Odín eran los guerreros muertos en batalla, los seguidores de Odín en la tierra habían sido los berserkes y aquel último reducto de los Jomsvikingos, órdenes religioso militares paganas.

El bienaventurado Apóstol Santiago, como caudillo, también merecía una orden.
 
NOTAS:
 
(1) Gómez Salazar, Sr. D. Francisco, "Discurso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas", con motivo de su recepción pública, Madrid, 1885.
 
(2) Marx, J., "Compendio de la Historia de la Iglesia", Editorial Librería Religiosa, Barcelona, MCMXLVI.
 
(3) Sobre este tema he tratado someramente algo en "Cofradías guerreras del lobo en la Península Ibérica", en el blog de MUNDIVM.
 
(4) Focillon, Henri, "El año mil", Alianza Editorial, Madrid, 1987.
 
(5) Eric Graf Oxenstierna, "Los vikingos", Luis de Caralt Editor, Barcelona, 1977.
 
(6) Pero Rodríguez de Lena, "Libro del Passo Honroso defendido por el excelente cavallero Suero de Quiñones", Espasa-Calpe, Madrid, 1970.
 
(7) Tácito, "Agrícola. Germania. Diálogo sobre los oradores", Biblioteca Básica Gredos, Barcelona, 2001.

sábado, 18 de abril de 2015

LA DEMOCRACIA DE LOS SEÑORITOS SEPARATISTAS


Imagen de www.labolsa.com

Por Antonio Moreno Ruiz 
Historiador y escritor


Es curioso cómo los separatistas antiespañoles, que abarcan tan amplio abanico ideológico (desde clásicos comunistas a "nazis" como Ravello y Bochaca, pasando por los omnipresentes liberales), sin embargo, hasta se ofenden cuando uno les habla de plausibles "hechos diferenciales" en Andalucía tan "justificados" o más que sus absurdas teorías, y en seguida, comienzan con una verborrea de tópicos que, amén de odio, destila ignorancia. No en vano, la Prostitución de 1978 establece “nacionalidades” y “regiones”; porque, como reza la orwelliana máxima, unos son más iguales que otros. Entonces, unos tienen derecho a la nacionalidad, y otros no. La historia de unos parece que es más exclusiva que la de otros, y tiro porque me toca.

Por ejemplo: Mientras que los separatistas “catalanes” exaltan que el rey Jaime I tomara Valencia y derrotara a los musulmanes, los separatistas “andaluces” consideran la peor ofensa del mundo celebrar la Toma de Granada… ¿En qué quedamos?


Jaime I el Conquistador
Imagen de www.laguia2000.com




Blas Infante en Marruecos, vestido a la usanza marroquí.
Imagen de hacheandaluza.blogspot.com

 


Y es que amén de inventos e incoherencias, el separatismo siempre ha sido un tema clasista, burgués, racistoide, de señoritos. Señoritos cobardes que se ponen muy nerviosos cuando en Barcelona se manifiestan bastante más de 40.000 personas por la hispanidad y ya reculan. Con todo, más grave todavía es el papel del "andalucismo", porque en su día, Blas Infante, personaje que nunca fue seguido por el pueblo andaluz, aun sabiendo del odio antiandaluz de los discípulos de Arana, Castelao y Prat de la Riba, sin embargo colaboró activamente con ellos. Este oscuro e impopular personaje no consiguió ni acta de diputado y, ocultando "prudentemente" su más que posible conversión al islam y su simbología islamista (de una bandera que jamás ha sido la de "Andalucía"), nos lo meten como padre de la patria, tras un estatuto al que el 63% del pueblo andaluz le dio la espalda.

¡¡Democracia!!


Imagen: Militantes sionistas apoyando el separatismo "catalán"




Pues eso es lo que hay. Y el que lo intenta hablar claro es apartado de la sociedad del buen rollito, la misma que presume de "libertad", "progreso", "tolerancia" y todas esas palabras mágicas.

viernes, 10 de abril de 2015

SERIES TELEVISIVAS POLICIALES

Foto de un usuario.



NO SERÁ POR LUMINOL

Manuel Fernández Espinosa

En una conversación que tuve hace tiempo con un médico forense recuerdo que hablamos sobre el luminol. El luminol lo ha divulgado la popular serie televisiva norteamericana "C.S.I.", siendo su nombre técnico el de "peróxido de hidrógeno", como bien saben los químicos. Mi amigo forense se asombraba de las cantidades en que los actores de la serie emplean el luminol para revelar rastros de sangre invisibles a simple vista. En España, concluía mi interlocutor, no hay tanto luminol y si lo hay, lo tenemos racionado.
 
Esto nos lleva a pensar, primero: en la cantidad de series de género policíaco que nos ofrece la parrilla televisiva; segundo: que la mayor parte de estas series son de nacionalidad norteamericana; tercero: ¿qué función cumplen estas series televisivas?
 
Para responder a esta pregunta tal vez sea oportuno establecer una clasificación de estas series (centrándonos en las norteamericanas y prescindiendo de las de producción europea que son un servil epígono de las estadounidenses). Propongo la siguiente clasificación:
 
SERIES TELEVISIVAS POLICÍACAS:
 
-"Para-científica": Aquí cabe mencionar las más señeras y vaya por delante "C.S.I.", "Bones", "Mentes criminales" y "El cuerpo del delito". Su rasgo característico es que los personajes principales son científicos, policías o civiles, que aplican una metodología científica (multidisciplinar en "C.S.I." y "Bones", psicológica en "Mentes criminales" o forense en "El cuerpo del delito") en la resolución de sus casos.
 
-"Con personal civil auxiliar": "Castle", "El mentalista". Son series en las que un personaje que no tiene formación policial, presta su servicio por razones extraordinarias en la investigación de casos.
 
-"Verosímiles": "Ley y orden: Unidad de víctimas especiales" o "Blue Bloods". Son series policiales en estado puro, ni la ciencia ni el talento especial de alguno de sus personajes desempeñan un papel decisivo en la solución de la trama de sus episodios. Más bien es la profesionalidad, el código ético y la colaboración entre los compañeros del equipo los que tienen el mérito de resolver los casos.
 
En todas estas series se percibe que, además del efectivo liderazgo de un protagonista, el equipo es muy importante, aunque haya series con fictos que acaparan la principalidad, relegando a un papel secundario a los mismos policías que son su comparsa, ejemplo de esto lo tenemos en la doctora Megan Hunt de "El cuerpo del delito" o el médium Patrick Jane de "El mentalista" que, por sus marcadas personalidades respectivas, concentran el protagonismo. En otras series el protagonismo es compartido: estableciéndose incluso lazos sentimentales y conyugales como ocurre entre el escritor Richard Castle y la inspectora Kate Beckett o la antropóloga Temperance Brennan y el agente Seeley Booth. En las series que he calificado como "verosímiles" el protagonismo lo tiene un equipo de investigadores o, en el caso de "Blue Bloods", la familia Reagan.
 
Esta clasificación se podría haber hecho de otra manera, pues cualquiera podría alegar que "Bones", por ejemplo, pudiera incluirse en la series televisivas policiales con personal civil auxiliar, dado que el equipo científico está formado por civiles que colaboran con el F.B.I., pero he atendido al carácter que marca la impronta de la serie. También podríamos haber ensayado una clasificación por su tendencia ideológica. Si lo hiciéramos, sería fácil hallar que "Bones" es lo que llamaríamos en España la "más progresista" y el título de más conservadora de todas tendríamos que otorgárselo a "Blue Bloods" en la que, a cada episodio, se hace una apología del ideal neocon, en que la familia (nada más y nada menos que apellidada "Reagan") es el núcleo protagonista, donde brilla el corporativismo policial y los valores religiosos y morales son exquisitamente tratados.
 
Se trata de un género que no es ninguna novedad televisiva, puesto que series policiales norteamericanas las ha habido siempre en nuestra televisión: recuérdense aquellos Starsky y Hutch, el entrañable teniente Colombo o el otro teniente Kojak. Podría decirse que la función principal de estas series televisivas es el entretenimiento. Pero su éxito no reside en el rato de esparcimiento que procuran a su público, sino que estriba en la satisfacción de una necesidad muy profunda del género humano: el triunfo de la justicia, la victoria de los buenos sobre los malos y, para la mentalidad burguesa: el sentimiento de seguridad que transmite el trabajo de las fuerzas policiales, auxiliadas por la ciencia o por personajes que tienen un don especial para resolver los más enrevesados homicidios o despejar las amenazas contra la sociedad. Estas series pueden ser adictivas por la simpatía que inspira la humanidad de sus personajes, bien trazados, ingeniosos, con toques humorísticos y siempre dispuestos a superar sus dramas personales de cualquier índole, anteponiendo el servicio a las causas del bien y de la justicia.
 
Su funcionalidad política se descubre cuando la ficción contrasta con la realidad: es prácticamente a diario que saltan casos de abusos policiales reales que ocurren en Estados Unidos y casi todos ellos encuentran el motivo de su sinrazón en el racismo policial. Es entonces cuando comprendemos que estas series cubren la necesidad de justificar el papel del Estado y su brazo armado: la policía. Y vienen a persuadir al ciudadano de que, por mal que estén las cosas, a pesar de la corrupción que pudiera haber incluso dentro de los cuerpos de seguridad, por inquietante que sea la presencia del mal, hay personas y equipos incorruptibles que luchan por impedir el mal o hacer justicia. Pero, ¿es eso así?
 
Como las novelas de caballería, las series policiales norteamericanas entretienen sobre la base de los más antiguos principios épicos, acomodados a la sociedad actual. Como las tragedias griegas, su función es catártica. Y como aquellas "comedias" de Lope de Vega o Calderón donde el Rey impartía justicia, su cometido político consiste en afianzar a la sociedad en su lealtad al Estado que, con sus fuerzas de orden público, vela por la seguridad y la paz, aplicando la ley para hacer la justicia.
 
En Europa, en España, cuando alguna cadena de televisión ha apostado por series policiales, no ha salido tan bien: el éxito ha sido muy diferente del que tienen las norteamericanas no solo en USA, sino en la misma Europa. En Austria se trató de hacer con el perro "Rex"; en España se hizo con "El comisario" y en Italia se ha hecho con el simpático cura "Don Matteo". Habría que preguntarse la razón por la que no salen tan buenas series policíacas en Europa. 
 
Y me aventuro a decir que no es por la falta de "luminol" por lo que las series policiales europeas dejan tanto que desear. Cuando una unidad política es artificial, como Europa; cuando se ha preferido liquidar la tradición religiosa y nacional en cada una de las "naciones" que forman esa Unión Europea; cuando no se tiene ni idea de lo que es una nación (y vale hasta el patio de mi casa); cuando es de mal tono defender públicamente el cristianismo; cuando se le llama familia a cualquier cosa; cuando lo mismo de europeo es rezar a Buda que mirando a la Meca; cuando el patriotismo que se invoca no pasa de una Constitución de 1978... Pues, vamos a ver, seamos serios: sobra hasta la policía ficticia para ofrecer la ilusión de seguridad. Hay que tener, como mínimo, la voluntad firme de cohesionar una sociedad y darle razones para que ésta misma justifique su autodefensa, así es como pueden hacerse series policiales verosímiles y con una función social y política que explique una inversión económica en generar un producto televisivo. 
 
Como podemos ver, no es el luminol lo que nos falta.

lunes, 6 de abril de 2015

PUEBLOS Y TRADICIONES

Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor




Creo que es correcta la afirmación de que los pueblos, antes de ser naciones o estados, son tradiciones. Por ejemplo: En España, si no hubiera habido una tradición más allá de la política sensu stricto para con la época hispanogoda (continuando también el legado romano, y más por la cercanía/arribada de los bizantinos), nunca se hubiera creado la conciencia de la España perdida que luego llevó al hispanicum imperium y las Españas, idea que se extendió por América.



Primera bandera del reino de Asturias 





Del mismo modo, en nuestro tiempo vemos cómo las llamadas "naciones sin estado" son las que más vigorosamente conservan su cultura. Claro que el término es peligroso y difuso, y no todo el que se antoje entra en él; quiero decir: Vascos y catalanes sí que tienen un “estado” tradicional: Los vascongados en la Corona de Castilla, parte de otros vascones, entre Navarra y Aragón; y los catalanes, en la Corona de Aragón. Asimismo, es innegable la ligazón de los cosacos para con Rusia. Con todo, en los casos hispanos y eslavos, es clara la pertenencia a un ideal monárquico/imperial por encima de un estado-nación que parece que no cuadra por ninguna parte.

Otrosí, no es equiparable al caso de los tuaregs, por ejemplo, cuyo orgullo radica en no poseer pasaporte alguno, así se muevan por diversos países de África. Eso expresaría mejor lo que intentamos decir.

Y bueno, eso del vigor cultural… ¿Paradoja? No lo creo. El hombre antiguo, esto es, anterior a la era de las revoluciones, era mucho más real y práctico que el revolucionario romántico, que al final, al ser irreal, lo acaba deformando todo, cuando no deshaciéndolo directamente.

viernes, 3 de abril de 2015

LOS PROCESOS SECESIONISTAS EN AMÉRICA

 
 
Cortes de Cádiz
 
 
Nos complace publicar una pequeña parte de lo que forma un amplio y riguroso trabajo que D. Cesáreo Jarabo Jordán (autor de "El primero de los insurgentes") ha desarrollado sobre los movimientos secesionistas en América. El trabajo completo será editado -Dios mediante- en papel en breve. Su autor nos ha concedido el honor de publicar este fragmento que ofrece una idea de lo que es un estudio histórico exhaustivo.
 
 
UN FRAGMENTO DE LOS "ASPECTOS ECONÓMICOS"
 
 
Por D. Cesáreo Jarabo Jordán
 
 
Conforme señala Tulio Halperin Donghi, lo que Inglaterra busca en Hispanoamérica, “son sobre todo desemboques a la exportación metropolitana, y junto con ellos un dominio de los circuitos mercantiles locales que acentúe la situación favorable para la metrópoli. Hasta 1815, Inglaterra vuelca sobre Latinoamérica (sic) un abigarrado desborde de su producción industrial; ya en ese año los mercados latinoamericanos (sic) están abarrotados, y el comienzo de la concurrencia continental y el agudizarse de la estadounidense invitan a los intereses británicos a un balance -muy pesimista- de esa primera etapa.”
 
Hubo, no obstante, beneficiarios. Los criollos cipayos que vendieron la gran empresa común al objeto de beneficios materiales que, gracias a su colaboración con el invasor obtendrían prerrogativas propias de tiranos. Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto señalan que “los grupos que “forjaron la independencia” recuperaron sus vinculaciones con el mercado mundial y con los demás grupos locales. Se perfila entonces una primera situación de subdesarrollo y dependencia dentro de los límites nacionales.” Y ahí permanecen dos siglos después de la gran traición.
 
Pero así como no podemos hablar de la Hispanidad sin hablar de una unidad, tampoco podemos dejar caer sobre los hombros de las oligarquías americanas la culpabilidad de lo acaecido –y desde luego no sobre la Gran Bretaña, que no hacía sino cumplir con la función que llevaba siglos cumpliendo (a un perro no se le puede reprochar que muerda ni a una cigarra que cante)-. Fueron las oligarquías españolas –peninsulares y americanas- las responsables de lo acaecido.
 
Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto, al respecto, señalan que “Inglaterra buscaba, por el momento, la libre introducción de sus mercaderías manufacturadas en los puertos de Hispanoamérica, tráfico vital para sus productos hechos a máquina por el bloqueo continental de Napoleón no dejaba entrar en el continente europeo. Había conseguido de la Junta de Sevilla, en enero de 1809, los adicionales al tratado Apodaca-Canning (de alianza anglo-española contra Napoleón, donde España, a cambio del ejército de Wellington y la escuadra que protegía a Cádiz, abría América a la introducción de maquinofacturas inglesas). Aunque ese libre comercio significase la muerte de la industria artesanal criolla, que no podría competir contra los hilados, tejidos y zapatos a máquina de Manchester o Birmingham. En una palabra: España entregó en 1809 la dependencia económica de América a cambio de la independencia política de la metrópoli. Para cumplir lo dispuesto llegó en julio de 1809 a Buenos Aires el virrey Cisneros, y abrió el puerto de Buenos Aires a los productos ingleses el 6 de noviembre. Pero Cisneros no quiso dar una franca entrada a los ingleses (como lo había pedido Mariano Moreno, abogado de los comerciantes británicos, en su conocida Representación) y se limitó a entornar simplemente la puerta del monopolio. Hasta se atrevió a expulsar en diciembre a los ingleses entrados sin permiso y que, aprovechando la situación, manejaban bajo cuerda la plaza mercantil: les dio plazo hasta mayo de 1810 para irse con todas sus pertenencias. Pero en mayo de 1810 quien debió irse fue Cisneros, y los ingleses se quedaron para siempre.”
 
Lo que quedó manifiesto, tanto por la actuación de las Cortes de Cádiz como por la oligarquía criolla fue su voluntad de caer en los brazos del colonialismo británico, y además sin contraprestaciones. Para ello, el virrey Cisneros se apresuró a firmar el edicto de libre comercio firmado en beneficio de la Gran Bretaña, que según señala José Mª Rosa, se concretaba en “12 barcos de frutos del país por la carga de un barco inglés de bagatelas importadas. Libre Exportación del oro, de la plata y de todo el metálico rioplatense para pagar en dinero en afectivo las chucherías manufacturadas.”
 
Pero eso sólo sería el principio del gran expolio. Eric Hobsbawm señala que “en 1814 Inglaterra exportaba cuatro yardas de tela de algodón por cada tres consumidas en ella; en 1850, trece por cada ocho.” Pagando precios desorbitados por bagatelas. Julio C. González, señala que “en pocos meses el país se quedó sin dinero y para restituir el dinero que se iba, comenzaron a concertarse empréstitos que serían pagados con nuevos empréstitos. Todo ello sin variantes. Desde el primer empréstito contratado por Rivadavia hasta el último empréstito celebrado en enero de este año por el Ministro Whebe ” , ministro que fue de economía durante el gobierno de Arturo Frondizi, que sería derrocado por el golpe militar de marzo de 1962.
 
Eso era en las Provincias Unidas. Mientras, “en la Gran Colombia de 1822 a 1824 se obtuvieron recursos por más de 24 millones de pesos.” …/… que se utilizaron para pagar intereses de esos préstamos; armas compradas a los mismos acreedores, mordidas, gratificaciones a altos cargos civiles y militares… y promesas, que es lo que quedaba, para el desarrollo, lo que conllevaría vender las minas y todos los arbitrios del gobierno e hipotecar los recursos para el futuro, “hasta el punto que hacia 1839, en el momento de su repartición entre Nueva Granada, Venezuela y Ecuador, la suma adeudada llegaba ya a 103 millones de pesos; el 43% correspondía a intereses acumulados” , señala Luis Corsi Otalora.