RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

lunes, 1 de junio de 2015

LIBERALES EN CONSERVAS


Por Antonio Moreno Ruiz 
Historiador y escritor


De entre las muchas cosas en las que vienen fallando los grupos o partiditos conocidos como “patriotas” es en creer que existe un caladero de votos en los “descontentos del PP”; y así, montan toda una logística enfocada a rescatar a estas supuestas ovejas descarriadas. Así llevan desde los tiempos de Alianza Popular, donde muchos iban a los vehementes discursos de Blas Piñar y, sin embargo, acababan votando a Fraga. Y muchos de aquella época no se dieron cuenta del percal; pero bueno, en todo caso, tenían derecho a equivocarse. Empero, pasados más de treinta años, ya no hay ingenuidades posibles. Y es que pasa lo siguiente: ¿Quién ha dicho que hay descontentos en el PP? La práctica demuestra que ni tan siquiera vale la pregunta. No hay descontentos en el PP. El franquismo, al contrario que el sazalarismo portugués, nunca se preocupó de hacer una escuela política. Fue un régimen que se basó en un carácter “personal” y que fue mutando por etapas. Creó y alimentó a una masa que, totalmente desprovista de contenido, aceptó, sin mucha cultura, lo primero nuevo que se le vino por delante. Algunos dicen que el régimen se hizo el harakiri muerto Franco, pero el harakiri ya estaba hecho en el propio franquismo. Franco, gallego fino, sabía muy bien que España viraría hacia una democracia. Los acuerdos con los Estados Unidos y el querer entrar en el mercado común europeo conllevarían eso. Pero claro, tanto él como Carrero Blanco se imaginaban que podría ser una democracia tutelada, como lo era la entonces República Federal Alemana, sin comunistas y acaso sin separatistas. Una cosita tranquila, con clase media y tal. Carrero Blanco además no era partidario de entrar en la OTAN; e incluso se mostraba partidario de mantener la independencia económica, por lo que si no se le permitía a España la entrada en el mercado común europeo, se reforzarían los lazos con el mundo árabe y se buscarían nuevos mercados, ya fuera en el sudeste asiático, ya fuera incluso en los países soviéticos si hacía falta. Y este pragmático-hipotético reforzamiento de la independencia fue lo que llevó a que el siniestro Henry Kissinger ideara el asesinato del almirante. Poco más tenía que ofrecer el franquismo. Oliveira Salazar, fiel seguidor de la Doctrina Social de la Iglesia, admirador de Charles Maurras y contemporáneo de Dollfuss, en cambio sí que creía en la escuela corporativista, y como pudo (aun bajo la atenta mirada de un imperio británico que se posa sobre Portugal muy especialmente desde la segunda mitad del siglo XVII), su régimen continuó aun a pesar de su muerte. Sólo pudo ser derribado por un golpe militar empujado por Estados Unidos, y eso, tras trece años de una dramática guerra en África que fue un botín entre angloamericanos, británicos, franceses, soviéticos y cubanos. Le costó muy caro querer defender su integridad territorial y geopolítica, acabar con la deuda y el analfabetismo, mantenerse lejos de las garras comunistas e intentar crear toda una escuela de cuadros políticos. Por ello, toda vez que se dio la Revolución de los Claveles (1), el salazarismo cayó y sus cuadros se fueron, tomando el poder una oligarquía socialista que nada tenía que ver con el salazarismo. Sin embargo, al otro lado del Guadiana no ocurrió eso: Por ejemplo Sevilla, una de las ciudades más franquistonas del país, pasó en menos de una década a ser un puntal izquierdista. En buena parte de España se repetía este esquema. Franco fue muy popular hasta los años 70 y murió en la cama; en cambio, una vez muerto, no se supo reaccionar. No es que en Portugal se supiera mucho, pero la Revolución de los Claveles supuso un antes y un después. En España, se pasó de camisa vieja a chaqueta nueva, y tanto los franquistas como sus hijos se mostraban como demócratas y progres de toda la vida. Muchas familias de derechas, teóricamente pertenecientes al bando vencedor de la Guerra Civil, sin embargo, educaron a los suyos en el miedo, en la cobardía, en el “hijo, tú no te destaques, no te signifiques…” ¿Acaso pensaban que el Frente Popular regresaría vivito y coleando a cobrarse la venganza con la ayuda de la Unión Soviética? Es posible, pero por desgracia, en verdad todo fue mucho más prosaico, más simplón: Lo que temían muchos era perder su statu quo, su comodidad. Sustituido nuestro tradicional fervor religioso y nuestros lazos clánico/familiares, las sociedades ibéricas han creído que el paraíso en la tierra radica en el confort, y luego de treinta años de corrupción, millones de pasmarotes autómatas, especialmente conservadores, piensan que “es que no se va a cambiar el mundo”, “cuidado con la izquierda”, “lo que hay que hacer es asegurarse las papas”. Y claro, como vivimos en un país donde la pequeña empresa es atacada desde el Estado, lo mejor está en ser funcionario. Si por muchos fuera, España tendría cuarenta y siete millones de funcionarios. O más. Porque no hay ideales más elevados en la vida.

Con gente así, ¿qué cabreo, qué descontento, qué “voto católico” ni qué “voto patriota” va a haber? Se les acabó el parche franquista y buscaron otro remiendo en los mismos franquistas, que de la manita los llevaron adonde les dio la gana. ¿Ellos qué sabían? Ni quisieron saber tampoco. Y pasaron los años, y a vivir contentitos y calladitos.

Desde luego, un servidor no experto en cuestiones de mercadeo politiquero. Pero hay algo muy obvio, y es que en esta parte derechista de la sociedad, miedosa, cerril, inculta, miserable; que de facha pasó a liberal en conservas, de la misa y el rosario a un individualismo atroz; en resumidas cuentas: Gente que no cree en nada; gente que le importa un rábano si hay un referéndum ilegal separatista, que el gobierno libere terroristas, que subvencione abortos, que despoje de seguridad social a los miles y miles de jóvenes españoles que no hemos tenido más remedio que emigrar; que regale la nacionalidad española a una cantidad exagerada de gente que nada tiene que ver con nuestra cultura ni nuestra sangre; que ofrezca educación islámica en las escuelas; que tenga la diplomacia vendida a tal punto que desde Gran Bretaña a Marruecos hagan y deshagan en suelo español lo que quieran; que estemos secuestrados por los dictados de una Unión Europea que ha arruinado nuestra agricultura, ganadería y pesca y que se dedica a favorecer al Magreb y a Turquía, a la par que nos enfrenta con Rusia por mandato yanqui; que haya homenajeado a los criminales stalinistas de las Brigadas Internacionales… En fin, nada de eso les importa. Ni nada de eso les cabrea. Lo único que les cabrea es que salga el PSOE y les gusta consolarse con el miedo a Podemos. Y por supuesto, más que el miedo a Podemos, les puede el que alguien les pueda llamar “fascistas”, “fachas”, “radicales” o algo que se les parezca. Es como mentar la bicha.

Ante estas conclusiones, habrá que explicarle a muchos conservaduros por qué, “de repente”, les salen hijos borrachos, drogadictos; o que los meten en un asilo a la más mínima oportunidad. Como si ellos mismos no fueran directamente responsables de que salgan monstruitos así, de mal en peor, hasta llegar a los tristemente célebres “ninis”. Pero bueno, si es que les sigue dando igual que a los niños españoles les enseñen como masturbarse desde la más tierna infancia…

Habrá hasta toda una legión de clerizontes que los consolarán, bastardeando la doctrina sociopolítica del Papa León XIII (¡que jamás autorizó a renunciar a principios católicos!) y utilizando algunas guarderías para adultos tan de moda para decirles que “se puede luchar desde dentro”. Ya puestos, que se metan al orgullo gay y luchen desde dentro por ahí, con la Plataforma Gay del PP por delante; la misma que ya estaba con Fraga, aquel que dijo ya en los 80 que no iba a modificar la ley abortista que se ha llevado por delante a dos millones de niños españoles en apenas tres décadas. Luego, habrá obispos que mantengan canales con periodistas chillones y analfabetos que pidan “sí a la guerra en Siria” como antaño predicaban por la guerra en Irak; ayudando con su analfabeta y manipuladora histeria al exterminio de los cristianos árabes.

Y en esta sociedad que se precia de “científica”, cuando no ofrece estos datos, ¿qué es lo que hacen estos liberales en conservas? Sorprenderse, y creerse que es uno el que se lo está inventando. Con lo a gustito que se vive en un mundo paralelo que no existe más allá del salón, del bar y de las vacaciones, ¿cómo va a venir alguien a fastidiar, cuando se sabe que toda la culpa es del PSOE y ya está? ¿Cómo alguien va a reconocer que ha sido engañado con tanta facilidad por una reata de malos tontos? ¡Válganos la leyenda rosa de la transición!

Cierto es que la izquierda no es mucho mejor. Como cierto es que la izquierda no se esconde: Dice lo que es y punto. Y lo dice hasta con chulesco orgullo si hace falta. Aunque también es cierto que, desde el PSOE a Podemos, utilizan a una clase trabajadora a la que desprecian para sus fines con el mayor de los cinismos. En maquiavelismo es difícil echarles la pata; máxime cuando tantos notorios burgueses y ricachones van de rojos. Mas, con todo y con eso, todavía en la izquierda hay gente que quiere creer en algo. La derecha liberal es gente que, sencillamente, no quiere creer en nada, más allá de vivir en perenne burguesía.

Así las cosas, por supuesto que hay que hacer política, y por supuesto que no está todo perdido, que siempre hay esperanza. Pero en la derecha no vamos a encontrar más “potenciales” que en la izquierda. Por eso, hoy más que nunca, se impone un discurso y una conciencia transversal; y una vez más insisto en que hay que crear una nueva Covadonga y actuar como mozárabes. El apalancamiento ibérico, ante un pueblo secuestrado por un turnismo tan caciquil como el de Cánovas y Sagasta (y que al igual que aquél, nos lleva a la ruina), impide que haya reacciones, como sí se puede ver en otros países de nuestro entorno. Y si hay algo que lo impide, es la cortedad de vista y la falta de realismo.

Dejemos a los liberales en conservas bien enlatados y aterricemos en la realidad, que bien dura es de por sí como para perder el tiempo con quien no lo merece. Hay que reconquistar.






(1) Véase: "izquierda y antimilitarismo" - "dignidad digital". - antonio ...

No hay comentarios:

Publicar un comentario