RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

viernes, 30 de enero de 2015

LA GREY DIVERSA REDUCIDA EN UNA


 
 
AL REY DON FELIPE, NUESTRO SEÑOR
 
Desde la eternidad, antes que el cielo
amaneciese al mundo el primer día,
nombrado —¡oh gran Felipe!— Dios te había
por rey universal de todo el suelo.

Y así como esparció con tanto celo
Bautista la venida del Mesía,
así ora Juan de un polo al otro envía
tras su fama inmortal tu cetro a vuelo

Ha seis mil años casi que camina
el mundo con el tiempo a consagrarte
la grey diversa reducida en una.

¡Oh cómo en ti paró la edad más dina
bien dinamente, y va tras tu estandarte
la gente, el mundo, el tiempo y la fortuna!

Francisco de Aldana
 
 
 
LA EDAD DE ORO EN EL SIGLO DE ORO

Manuel Fernández Espinosa


Puede considerarse esta glosa como continuación de la que hacíamos del Soneto de Hernando de Acuña ("Un monarca, un imperio, una espada"): nos proponemos comprender el significado que adquirió para la elite cultural del reinado de Felipe II el tema que ya desplegábamos con nuestra breve exégesis del soneto acuñano y por eso volvemos ahora nuestros ojos a un soneto de Francisco de Aldana que, aunque menos célebre que el de Acuña, no deja de ser otra pieza poética digna de descifrarse en lo que hace a las esperanzas mesiánicas que confluyen en el Imperio Español de Felipe II, pudiendo afirmar que en este otro de Aldana reverbera el mismo asunto.
 
El poema de Aldana, como el de Acuña, es expresión jubilosa ante el triunfo de la armada cristiana en Lepanto; sin embargo, las halagüeñas expectativas que podemos notar en este soneto de Aldana se verán enturbiadas por el pesimismo que aflorará en las "Octavas dirigidas al Rey Don Felipe Nuestro Señor" del mismo autor y escritas en fecha posterior.
 
Aldana condensó en las "Octavas dirigidas al Rey Don Felipe Nuestro Señor" todo un programa de autodefensa de la Monarquía filipina, basándose en su cultura y en la información que como espía disponía de la compleja trama de alianzas que se estaban trabando entre turcos, franceses e ingleses; a ello  se le une el conocimiento de ciertas profecías que ahora no vamos a desvelar aquí y que hacen pensar que Aldana formara parte de algún círculo místico-político: su relación con Arias Montano y el grupo que éste dirigía espiritualmente avalan esta aventurada conjetura. Simplemente digamos aquí que las "Octavas dirigidas al Rey Don Felipe Nuestro Señor" son a manera de un informe geopolítico sublimado en metro poético que advierte a Felipe II de los peligros que se ciernen sobre España y recomienda la alianza con Portugal. Pero, como digo, las "Octavas dirigidas al Rey Don Felipe Nuestro Señor" presentan tal complejidad que el lector nos disculpará que ahora la orillemos. Vayamos ahora al soneto "Al Rey Don Felipe, Nuestro Señor".
 
El soneto está escrito tras la Batalla de Lepanto. Esta victoria de la Cristiandad (Cristiandad tan mermada por la falsa reforma protestante) no estuvo exenta de signos celestes que hicieron concebir a muchos (como Acuña o Aldana) la idea de que se acercaba el final de los tiempos, presagiándose el triunfo completo de la Cristiandad. El protagonista de Lepanto, Don Juan de Austria (al que el soneto dedica el segundo cuarteto) es comparado a San Juan Bautista en lo que éste tiene de precursor de Cristo. Don Juan, con su victoria, adelanta la instauración del Reino de Cristo bajo la égida de Felipe II a quien Aldana presenta en el último verso del primer cuarteto como: "rey universal de todo el suelo". El primer cuarteto identifica a Felipe II con el monarca que está llamado a cumplir el destino providencial anunciado en las antiguas profecías:
 
"Desde la eternidad, antes que el cielo,
amaneciese al mundo el primer día,
nombrado, ¡oh gran Felipe!, Dios te había
por rey universal de todo el suelo".
 
Uno de los signos precursores más evidentes que posibilitaban establecer el perfil de Felipe II como "rey universal de todo el suelo" fue la misma victoria de Lepanto. Aquí concuerda Aldana con el cordobés Juan Rufo (1547-1620) que en "La Austriada" declara, al unísono con Acuña y Aldana, que en Felipe II se consumaban las profecías veterotestamentarias y novotestamentarias:
 
"de aquella memorable profecía,
ya que descubre el blanco del intento
con que el divino intérprete decía:
Tiempo vendrá en que el mundo dé aposento
a un pastor solo y a una monarquía".
 
("La Austriada", Juan Rufo)
 
¿Cómo podrían aplicarse a España profecías del Antiguo Testamento que, a simple vista, parecerían aplicables a Israel?
 
La elite eclesiástica y militar del reinado de Felipe II estaba convencida de que el título de "pueblo elegido" del Antiguo Testamento (Israel) correspondía ahora a España, en tanto que los judíos habían permanecido ciegos ante Cristo, llegando incluso a crucificarle. Este discurso teológico-político se fundaba en la exégesis de algunos textos sagrados, como la epístola de San Pablo a los romanos: "Y no es que la palabra de Dios haya quedado sin efecto. Es que no todos los nacidos de Israel son Israel, ni todos los descendientes de Abraham son hijos de Abraham" (Rom., 9, 6). Estamos ante una traslación de la hegemonía nacional, de naturaleza providencialista: el Israel de los judíos ha perdido la prelación por haberse hecho reo de su proterva resistencia contra Cristo y corresponde que el pueblo más fiel de entre todos los pueblos de la Cristiandad (el español) sea ahora el predilecto de Dios, un pueblo al que tiene elegido (al igual que a su conductor: Felipe II): "Desde la eternidad...".
 
El segundo cuarteto lo dedica Aldana a D. Juan de Austria, más arriba he comentado que éste es comparado a San Juan Bautista. Aldana era un ferviente partidario de D. Juan de Austria, prueba de ello son las "Octavas al Serenísimo Señor Don Juan de Austria" (de menos extensión que las dirigidas a Felipe II, pero no de menor intensidad en la devoción).
 
El primer terceto contiene los versos más arcanos de todos los que componen el soneto:
 
"Ha seis mil años casi que camina
el mundo con el tiempo, a consagrarte
la grey diversa reducida a una".
 
En él resuena aquel verso del soneto de Hernando de Acuña:
 
"una grey y un pastor solo en el suelo".
 
Pero lo que resultará más curioso para un profano es el número de los "seis mil años". Como todo lo perteneciente al mundo tradicional, la cifra no es arbitraria en modo alguno: su raigambre es muy antigua, aunque debemos a San Agustín su más perfecta concreción. San Agustín estableció que, desde la creación de Adán hasta los acontecimientos apocalípticos, hay seis edades. Este esquema cronológico estuvo en vigor durante toda la Edad Media: "Las Crónicas de Nuremberga" de 1493 también se ordenaban en seis edades, aunque añadían una más correspondiente al Juicio Final. Comprobamos que en la España de Felipe II este esquema temporal también ejercía un poderoso influjo. Cada una de las seis edades constaba aproximadamente de mil años.
 
Con antelación a San Agustín, algunos Padres apóstolicos, también el apologista San Justino, afirmaban que el mundo perecería en el sexto milenio a contar desde el principio de la creación: si en seis días había sido creado el Universo, seis mil años serían los que duraría en su estado actual, al término de los cuales se impondría un reino de justicia y bondad: que, en clave cristiana, se identificó con la Edad de Oro. Es el "reino" de los milenaristas. El milenarismo no ha sido nunca anatematizado por la Iglesia, lo que sí mereció la condena eclesiástica fue la interpretación de algunos milenaristas que apostaban por pasar esos seis mil años en disfrutes goliárdicos.
 
La conclusión del soneto de Aldana es la que advertíamos en Hernando de Acuña: "la edad gloriosa en que promete el cielo" la Edad de Oro adviene justamente en el reinado de Felipe II: la victoria de Lepanto es señal que presagia esa Edad de Oro que sucederá a la implantación del completo imperio español de Felipe II, para unir a todos los pueblos del mundo bajo Cristo Rey:
 
"¡Oh cómo en ti paró la edad más di[g]na
bien di[g]namente, y va tras tu estandarte
la gente, el mundo, el tiempo y la fortuna!"
 
Como hemos dicho más arriba, estas gozosas esperanzas se frustrarán en la composición titulada "Octavas dirigidas al Rey Don Felipe, Nuestro Señor", cuando Aldana percibe amenazada la hegemonía de España (incluso su supervivencia) por la alianza de las fuerzas de la infidelidad (el peligro turco, francés e inglés en connivencia; también las rebeliones flamencas y la inquietante presencia de los moriscos que todavía no habían sido expelidos de España y que constituían una "quinta columna" encubierta), pero incluso en el peligro que el poeta declara, éste recomendará:
 
"Con sólo el rey te basta lusitano,
junto cual os juntó natura propia,
aquel que enfrena y rige el oceano
hasta el quemado mundo de Etiopia:
gran Sebastián, que sobre el curso humano
nueva razón de méritos se apropia,
nuevo modo de ser, nuevo renombre,
que excede al hombre como al trono el hombre".
 
Las dos monarquías peninsulares, bien avenidas y concertadas, son así la esperanza del establecimiento de la Edad de Oro cristiana. Las esperanzas se truncarían. Pero no le reprochemos a Francisco de Aldana desconocer la hora de su muerte que fue el mismo día en que cayó en el campo del honor con el Rey Don Sebastián en Alcazarquivir. Pero no quedó por Aldana que, desaconsejando al Rey portugués el combate, una vez que la batalla se entabló le previno para que el joven monarca se pusiera a salvo retirándose con el mejor caballo, diciéndole: "si Dios no lo remedia no quedará hoy hombre con vida de nosotros".
 
Era el 4 de agosto de 1578: portugueses y españoles murieron juntos en Alcazarquivir, pero ni a Portugal ni a España se les puede matar, hasta que se les maten sus sueños. Y sus sueños no se les podrán matar nunca mientras haya portugueses y españoles firmes en asumir el destino providencial que nos tiene asignado Dios.

lunes, 26 de enero de 2015

UN MONARCA, UN IMPERIO, UNA ESPADA



EXÉGESIS BREVE DE UN SONETO Y SUS VATICINIOS


Ya se acerca, señor, o ya es llegada
la edad gloriosa en que promete el cielo
una grey y un pastor solo en el suelo,
por suerte a vuestros tiempos reservada.

Ya tan alto principio, en tal jornada,
os muestra el fin de nuestro santo celo
y anuncia al mundo, para más consuelo,
un Monarca, un Imperio y una Espada.

Ya el orbe de la tierra siente en parte
y espera en todo vuestra monarquía,
conquistada por vos en justa guerra.
 
Que a quien ha dado Cristo su estandarte,
dará el segundo más dichoso día
en que, vencido el mar, venza la tierra.






 
Hernando de Acuña
 
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
Muchos fueron los poemas dedicados a Felipe II, pero pocos como éste de Acuña adquieren tal profundidad, pudiendo afirmar que nos encontramos ante la expresión de todo un programa político que cifra, en definitiva, las claves providencialistas del reinado de Felipe II el Grande.
 
El poeta, soldado también, inicia el soneto con un tono oracular propio de un vate que adivina en su ministerio poético y anuncia como un heraldo la gloria que se avecina: "Ya se acerca, señor, o ya es llegada". En este verso poderoso se afirma triunfalmente la inmediata realización histórica de muchas profecías, convenientemente estudiadas por los escrituristas que en el estudio de sus monasterios trataban de interpretar a los profetas veterotestamentarios. Pero no descuidemos la conexión de estos versos con aquellos otros de la Égloga IV de Virgilio: "Ya retorna la Virgen/retorna el reino de Saturno". Estos versos del estro latino hacen referencia a la profecía de un héroe que restauraría la "Edad de Saturno", lo que significa la "Edad de Oro". San Agustín de Hipona identificó a este héroe de los oráculos paganos con Cristo, pero Dante identificó a dicho "héroe" vaticinado con el Monarca: "La justicia más poderosa se da solamente bajo la autoridad del Monarca" (De Monarchia). Hernando de Acuña ve en Felipe II el héroe cristiano, el Monarca que impondrá la justicia y por ello mismo restaurará el reino de Astrea (la Virgen del verso virgiliano): la justicia. En este plano sería muy interesante recordar el maravilloso discurso de Don Quijote de la Mancha a los pastores de aquel hato en que tan bien recibido fue nuestro caballero andante, donde se refiere justamente a la "Edad de Oro": hay otros pasajes cervantinos en esa misma línea.
 
La datación del soneto plantea problemas a los especialistas en Hernando de Acuña, pero es muy plausible entender que estos versos fueron escritos en un estado eufórico posterior a la victoria de Lepanto, como se infiere del postrer verso que cierra en redondo el soneto: "en que, vencido el mar, venza la tierra". Por si fuese poco, en el primer verso del segundo cuarteto leemos: "Ya tan alto principio, en tal jornada". El "tan alto principio" se refiere al establecimiento de la "edad gloriosa" del segundo verso del primer cuarteto, la "tal jornada" no puede ser otra que el triunfo del "estandarte de Cristo" que se menta en el primer verso del primer terceto.
 
Podemos observar que el poeta no es ajeno a las teorías teológico-políticas, como la de la "guerra justa", expuestas por Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Luis de Molina, Francisco Suárez o Diego de Covarrubias, por mencionar a los más sobresalientes.
 
Mención especial nos merece el verso: "un Monarca, un Imperio y una Espada". El Monarca no es otro que Felipe II. El Imperio es el Imperio Español (sabido es que Carlos I de España y V de Alemania cedió la corona imperial a su hermano Fernando), pero lo más interesante del verso, nos parece, es eso de "una Espada".
 
Frente a la célebre teoría de las Dos Espadas aquí se establece como indiscutible la supremacía de una sola Espada: la del Emperador Español. El antecedente de la doctrina de las Dos Espadas hay que buscarlo en la carta del papa Gelasio I al Emperador de Oriente Anastasio I y supone la supremacía del poder papal (la espada espiritual) frente al poder imperial (la espada temporal). Nuestro Alfonso X el Sabio lo declaró en líneas magistrales: "E estas son las dos espadas porque se mantiene el mundo: la primera espiritual, e la otra tenporal (sic). La espiritual taja los males ascondidos e la tenporal los manifiestos" (Prólogo de la Segunda Partida).

Sin embargo, en el soneto de Hernando de Acuña la espada espiritual queda subsumida en la espada temporal de Felipe II, por lo que podemos decir que la concepción guarda relación con la doctrina del "De Monarchia" de Dante Alighieri, donde se destaca la supremacía del poder del Emperador sobre el del Papa. La gran diferencia que marca Hernando de Acuña es que el Monarca y el Imperio no serán ya ni cualquier monarca de los muchos que se agitan por sus bajas ambiciones en la Cristiandad fragmentada, ni el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, que se entiende como árbol sin frutos frente a la fecundidad del poderío español, plenamente católico: más católico que algunos Papas y Cristianísimos Reyes.
 
El programa teológico-político de este soneto, en consonancia con el tono que prevalecía en la católica España de Felipe II, se prolongaría en el tiempo. Así explicaba en 1636 el polifacético y genial cisterciense fray Juan de Caramuel, la naturaleza -divina- del Imperio Español:
 
"Si volvemos los ojos a otras Repúblicas del Mundo, apenas hallaremos una en quietud, porque todas están en un perpetuo movimiento. Aquella se mueve por interés, ésta por ambición, esa por tiranía, la otra por envidia, muchos por venganza, no pocas por emulación: todos estos motivos son exteriores, y así ninguna se mueve "ab intrinseco", por motivo intrínseco que tenga. Luego las tales Provincias son Repúblicas muertas, son lo inanimadas, o por mejor decir, son lo desalmadas; solo entre muchas de ellas, nuestra gloriosa España es Monarquía que vive, pues se mueve "ab intrinseco". Qué mayor movimiento, qué jornada más larga, qué camino más dificultoso, que el de las dos Indias, América y Asiática; pues "ab intrinseco" nació este singular movimiento. Hiciéronle Castilla y Portugal, su motivo fue, no interés, no ambición, no tiranía, no venganza, no envida, no emulación, no vanagloria, que todo esto es extrínseco, y muy indigno de la candidez y Majestad de aquesta Monarquía: fue "ab intrinseca" aqueste movimiento, fue movimiento muy vital, y animado... Se originó del Zelo de la honra de Dios, de deseos ardentísimos de convertir infieles y publicar el Evangelio en distantes Regiones".
 
("Declaración mística de las Armas de España, invictamente belicosas").
 
No era el único. Pero este patrimonio yace en el olvido y las claves se nos pierden. Sin comprender nuestra historia, el futuro se hace cada vez más oscuro. Hora es ya de volver a las fuentes de nuestro pasado esplendor, para reanudar y alumbrar un esplendor más glorioso todavía en el porvenir.


jueves, 22 de enero de 2015

EL SANTO ÁNGEL CUSTODIO DE ESPAÑA


ELEMENTOS DE UNA DEVOCIÓN NACIONAL


Manuel Fernández Espinosa


Dedicado a la memoria de D. Juan Párraga Barranco,
sacerdote de Cristo y devoto del Ángel de la Guarda,
que pasó a mejor vida en Enero de 2015.
 
Requiem aeternam dona ei Domine, Et lux perpetua luceat ei.
 


Dionisio Areopagita afirma que, según las Sagradas Escrituras, son nueve los nombres de todos los seres celestes y alega la clasificación de su maestro Hieroteo de Atenas que establecía tres jerarquías de tres órdenes cada una: Tronos, Querubines y Serafines; Potestades, Dominaciones y Virtudes; Ángeles, Arcángeles y Principados. Y añade Dionisio Areopagita que: "...los ángeles velan por nuestra jerarquía humana como lo refiere la Escritura. A Miguel le llaman el príncipe del pueblo judío, y designan diferentes ángeles para gobernar otras naciones, porque el Altísimo estableció los términos de los pueblos según el número de los ángeles".
 
Es una de las primeras referencias de la tradición cristiana para constituir la doctrina sobre los ángeles y, en el punto que ahora nos interesa, la de esos ángeles custodios de las naciones.
 
Los tres niños a los que se apareció la Virgen María en Fátima también dieron testimonio de haber recibido tres visitas de un "Ángel" que, como nos cuenta Sor Lucía dos Santos (1907-2005), se presentó como ángel de la paz, instándoles a los niños para que: "De todo lo que pidiérais ofreced un sacrificio como acto de reparación por los pecados con los cuales Él es ofendido, y de súplica por la conversión de los pecadores. Atraed así sobre vuestra patria la paz. Yo soy el Ángel de su guarda, el Ángel de Portugal...".
 
Como oportunamente indica el P. Jean Daniélou: "Entre estos nombres para el ángel custodio, el de "ángel de la paz" es especialmente venerado. La expresión aparece en la literatura apocalíptica judía, donde el ángel de la paz es el que acompaña a Enoc y le explica el significado de las visiones"*.
 
San Basilio (ca. 330-379) también pudo escribir que "Entre los ángeles, algunos están encomendados a las naciones, otros a los fieles..." ("Contra Eunomio de Cízico").
 
Fray Valentin Long (O.F.M.) podía escribir que: "Si San Miguel ha sido llamado el ángel de Israel (...) esto implica que también otras naciones disfrutan de la custodia de un ángel especial. Abiertamente [la Sagrada Escritura] declara que lo tienen los persas, y los griegos".
 
El Ángel Custodio de las naciones forma parte, por lo tanto, de la recta angelología del catolicismo, contando con una dilatadísima tradición que reposa sobre la base de la Sagrada Biblia, la Tradición Apostólica, la Patrística y muchos eminentes Doctores de la Santa Madre Iglesia. Cosa distinta es que sea un aspecto muy poco conocido en nuestros aciagos tiempos, cuando el conocimiento de nuestra propia tradición ha sufrido una considerable merma debido a muchos factores.
 
España también tiene su Ángel Custodio. Su Santidad León XII concedió a Fernando VII que la Iglesia española celebrara la Festividad del Santo Ángel Custodio de España el día 1 de octubre; los trastornos de calendario provocados por el Concilio Vaticano II movieron la festividad al 2 de octubre. En 1897 el Beato Manuel Domingo Sol fundaría la "Pía Unión de Oraciones al Santo Ángel de España". Esta Pía Unión planeó erigir un gran monumento al Ángel de España; se hizo una imagen a manera de boceto y todavía se la venera en una capilla lateral de la iglesia de San José de Madrid (calle Alcalá, 43). que fue inaugurada el 12 de mayo de 1920. Pero la tradición del Ángel Custodio de España se remonta muchos siglos atrás.


Podríamos retroceder hasta los tiempos fundacionales de la Iglesia en España, pero cuando aparece con más contundencia la figura del Santo Ángel de España será en la Reconquista. Justamente, dos obras literarias de nuestro Siglo de Oro nos presentan al Ángel de España auxiliando a los españoles en la guerra divinal contra los enemigos invasores. Dichas obras literarias fueron escritas en el siglo XVII, pero su acción transcurre en la Edad Media. La primera de ellas es "El Bernardo o la victoria de Roncesvalles", cuyo autor fue Bernardo de Balbuena (1568-1627), Obispo de San Juan de Puerto Rico. Se trata de una epopeya en octavas reales que, si no se conoce lo suficiente bien pueda deberse a que fue escrita en 24 libros. Aquí se nos presenta al Ángel de España brindando ayuda a los españoles contra las tropas de Carlomagno.


La segunda de las obras literarias en las que vuelve a aparecer el Ángel de España es en el auto sacramental (de exaltación eucarística y nacional) que escribió D. Pedro Calderón de la Barca, posiblemente en 1637, titulado "La devoción de la Misa" (texto completo del auto sacramental enlazado). El argumento de este precioso auto sacramental lo presta la victoria sobre Almanzor que alcanzó Garci Fernández (938-995), conde de Castilla e hijo del legendario Fernán González. Uno de los personajes principales sobre los que se articula esta obra dramática es precisamente el "Ángel" que nos dirá de sí mismo:


"...yo, que
titular inteligencia
soy de Castilla, pues nadie
ignora que su Ángel tengan
no las repúblicas sólo,
mas las especies diversas
de frutos y animales,
como doctores asientan
defendiendo esta custodia
con nombre de presidencia".


Pensamos que las épicas intervenciones de la prominente figura de Santiago Apóstol, Patrono de España, en las lides contra el moro bien pudieron eclipsar el protagonismo del Ángel de España en muchas de las batallas de nuestra Reconquista. Pero, al igual que Santiago, San Millán, San Sebastián y otros santos que venían a combatir en nuestras huestes desde los Cielos, el Ángel de España intervino de modo crucial en el aliento y socorro de las armas hispánicas. En la batalla de las Navas de Tolosa se adjudicó al Ángel de España el haber guiado a los cristianos por los vericuetos de Despeñaperros bajo la figura de un pastor.


Y no son las únicas citas literarias que cabe mencionar sobre el Ángel de España, pero dada la rareza de las obras en cuestión, bien es cierto que el tema pasa desapercibido y parece que pocos quieren ponerlo sobre la mesa. En "L'Atlàntida" (1877) su autor Mosén Jacint Verdaguer se refiere a "l'Angel d'Espanya". Los testimonios artísticos no quedan en la poesía y la dramaturgia, también en la heráldica y en algunas representaciones plásticas; podemos indicar cierta vidriera de la capilla mayor del Seminario Diocesano de la Inmaculada y San Eufrasio de Jaén que representa al Santo Ángel Custodio con el escudo del Reino de España.


En nuestros tiempos descreídos, conviene mucho rescatar del olvido esta figura angélica que Dios nos designó como guardián de nuestra nación. Sabemos que la época no es muy propicia para la fe, pero un puñado de españoles rezando fervorosamente al Santo Ángel de España podría hacer mucho más por España que muchas de esas iniciativas que se proponen y se demuestran estériles.



BIBLIOGRAFÍA:


Dionisio Areopagita, "Obras completas" ("La jerarquía celeste"), La BAC, Madrid, 1995.

Tomás de Aquino, "Suma Teológica. II-III" ("Tratado de los ángeles"), La BAC, Madrid, 1959.

Ramon Llull, "Llibre de meravelles" ("Dels ángels"), Edicions 62, Barcelona, 1993.

Jean Daniélou, "The angels and their mission. According to the Fathers of the Church", Christian Classics, Inc. (The Newman Press), Nueva York, 1976.

Valentin Long, "The Angels in Religion and Art", Franciscan Herald Press, Chicago, 1971.

Juan S. Cla Díaz, "Fátima, Aurora del Tercer Milenio", Madrid, 1999

Pedro Calderón de la Barca, "La devoción de la Misa".

Santo Ángel de España.


* La cita del P. Jean Daniélou (S.J.) es de la traducción al inglés de su libro: "Les Anges et Leur Mission". Al no disponer de la edición original francesa, cito "The Angels and their Mission. According to the Fathers of the Church" (Christian Classics, Inc. 1976). El pasaje en inglés que traduzco al español dice: "Among these names for the guardian angel, that of "angel of peace" is especially venerable. The expression appears in the Jewish apocalyptic literature, where the angel of peace is the one who accompanies Henoch and explains the meaning of his visions".

martes, 20 de enero de 2015

POLÍTICA PARA LA NACIONALIDAD ESPAÑOLA





Por Antonio Moreno Ruiz

Historiador y escritor


Que la política española está llena de sinsentidos especialmente desde el régimen de 1978 no es ningún secreto, y eso afecta a muchos ámbitos, más allá de lo que podamos considerar como mera política. A día de hoy, vemos como se exige visados a hispanoamericanos que son nietos de españoles y sin embargo, vemos cómo africanos o asiáticos, sin ningún vínculo con nuestra patria, obtienen fácilmente el documento nacional de identidad. Hay mucha gente con vínculos etnoculturales con España que no tienen la nacionalidad y sin embargo alguien nacido en España ya automáticamente la tiene. Encima, en la época de Alfonso “XIII” (el primer productor pornográfico de España), concretamente en la dictadura del general Primo de Rivera, se creó un decreto para que judíos sefarditas, que ningún vínculo tenían con nuestra patria desde hacía siglos, y que más bien en esta comunidad se habían dado fuertes muestras históricas de aversión a las Españas (1), fueran adquiriendo la nacionalidad. Aquello se implementó en el franquismo y se ha extendido a lo bestia con el (des)gobierno rajoyesco, gracias a la mano y la obra del ex ministro Ruiz Gallardón. Y ahora amenazan los dizque moriscos, que forman parte de la élite del actual Magreb… Sin embargo, ningún país norteafricano está pensando en regalar nacionalidades a los cristianos bereberes que fueron expulsados por los árabes, ni tampoco a descendientes de vándalos, alanos y griegos. Los sionistas tampoco parecen muy favorables a darle la nacionalidad a los palestinos que expulsaron de su tierra, cuando llevaban allí muchos más años que ellos, que no dejan en muchos casos de ser unos recién llegados. ¿Por qué, entonces, España aplica error tras error, brillando el sentido común por su ausencia?

Desde aquí, damos unas pautas que creemos tan necesarias como objetivas para la nacionalidad española:

-IUS SANGUINIS:

Debe primar, sin duda, el derecho de sangre sobre el “ius solis o “derecho de suelo”, que en muchos casos puede ser engañoso. Creemos que en este sentido Italia ha mantenido una política sensata y hasta la generación de los bisabuelos es posible obtener la ciudadanía italiana siempre y cuando se demuestre el vínculo directo de sangre. Tal vez por eso en algunos pagos de Sudamérica se ha creado un “italianismo” (2) totalmente artificial y desproporcionado; pero es que si España hiciera lo mismo, a lo mejor se rescataría el hispanismo que buena parte de la sociedad hispanoamericana exaltó a principios del siglo XX, cuando el nicaragüense Rubén Darío escribía la Salutación del Optimista, el mexicano Amado Nervo cantaba a la raza de águilas y leones y el peruano José Santos Chocano hacía lo propio con los caballos de los conquistadores.

Lo dicho: Debe primar el derecho de sangre, y debemos desechar los vanos politiqueos que el régimen del 78 ha introducido, por el cual, un método de obtener la nacionalidad española es demostrar que uno tiene un antepasado que combatió en el bando rojo en la Guerra Civil. El mayor exilio político contemporáneo español no ha sido el rojo/republicano, sino el carlista. Miles de descendientes de carlistas están desde el siglo XIX presentes en Argentina y Uruguay y seguramente muchos de ellos ya no contarán con el derecho a la nacionalidad, y esto es totalmente injusto. La sangre, concepto objetivo, ha de primar sobre los vanos politiqueos dirigidos por mentalidades orwellianas que nos han llevado a la ruina. Más sangre española y menos partidismo.


-RELACIÓN DE MÉRITOS:

En el siglo XX vimos cómo el ejército español se reorganizaba en el norte de África, luchando con uñas y dientes en un territorio que siempre fue hispánico, manteniendo, muchas veces, a pesar de los espurios intereses politiqueros, enhiesta la bandera española allá donde bien correspondía. Fue la época fundacional de los Regulares y la Legión, que tantas glorias han inscrito en nuestras militares banderas. Pues bien, lógicamente, y también inspirados en el modelo de la Legión Extranjera francesa, este tipo de méritos sí que dan derecho a la nacionalidad, porque el que se bate con riesgo de su propia vida, ¿acaso no tiene derecho a que se le reconozca la bandera que defiende con su sangre? No es nada reciente: Ya pasaba en los gloriosos Tercios que campeaban por Flandes.

Otrosí, si bien la milicia es todo un filtro de mérito, también lo son otros, como es el plano de la intelectualidad. Gente que con su talento, dedicación, esfuerzo y trabajo sirve de una manera sincera a nuesta patria, debiera tener un salvoconducto para compartir de una manera integral nuestra nacionalidad.

Debe elaborarse toda una relación de méritos por la cual sea posible, con el contraste de la información, hacer que el servicio a España pueda tornarse en algo tangible.


-ATENCIONES ESPECIALES:

O bien por derecho de sangre o bien por relación de méritos, hay casos que merecen atenciones especiales. Uno de ellos puede conjugar dos factores, como es el caso de Puerto Rico, una perla caribeña que, como otras tierras vinculadas antaño a las Españas, nunca quiso separarse. En esta isla que tantos vínculos aún tiene con España, y en especial a través de Canarias y Andalucía, está surgiendo un movimiento españolista muy interesante; un ideal que, por encima de determinados politiqueos, quiere recuperar al pueblo boricua para España, con todo lo que ello implica. Y es que no en vano sería la lógica continuidad histórico-política de un pueblo que siempre quiso ser español. Merecen el apoyo y la adhesión de todos los españoles de bien, y nuestra diplomacia debería estar muy atenta a esto.

Y es que tanto hablar de la “autodeterminación” y el “derecho a decidir”, que los anglosajones promovieron tras la Primera Guerra Mundial para fastidiar a los imperios centrales y que de hecho el comunismo aprovechó para trastocar Rusia, pero no vemos que hagan lo propio con los pueblos a los que se empeñan en colonizar.

Asimismo, entre la sangre y el mérito, también merece una atención especial la vinculación histórica. Gentes de Portugal, Nápoles (y Sicilia), el Franco Condado, y por supuesto, el Rosellón y la Cerdaña, deberían tener un acceso preferente a la nacionalidad española.


-DEROGACIONES Y TRAICIONES:

Ningún vínculo nos une con musulmanes o sionistas. Nosotros somos españoles, no andalusíes o sefardíes, que son otras realidades; que en todo caso, fueron realidades “en España”, pero no de España. Otrosí, no consentimos que se cambie el nombre de nuestra sagrada patria, que se mantuvo desde prerromanos tiempos y estuvo a punto de romperse con la invasión islámica acaudillada por árabes y comandada por bereberes. No renegamos de nuestro pasado, pero por eso mismo: Porque somos españoles y reconocemos a los que lucharon por recuperar la España perdida frente a quienes, aprovechándose de su legado, no quisieron ni respetar su nomenclatura.

Por sentido común y verdad histórica, hay que exigir la derogación de todas las injustas leyes que han ido desde Alfonso “XIII” a Gallardón, siendo que el interés económico-politiquero y el embuste victimista no son requisitos válidos para nada, ni mucho menos deben ser privilegios, como de hecho lo son para los descendientes de sefarditas.

Otrosí, hay delitos de alta traición que deben ser considerados para perder la nacionalidad española por más sangre ibérica que se tenga en las venas. En nuestro tiempo, muchos empresarios inescrupulosos no sólo hacen negocios en la colonia narco-pirata de Gibraltar, sino que la enriquecen, teniendo sociedades fantasmas y utilizando su paraíso fiscal. Todos aquellos que incurran en esta tamaña felonía no merecen formar parte de nuestra milenaria patria. Las altas traiciones se tienen que pagar. No puede ser que las oligarquías se aprovechen de nuestro nombre para que encima la ley les proteja y permita que no tributen ni invierta ni un céntimo en el país, y que encima ellos dirijan muchas veces la política y hasta aumenten sangrantes traiciones que provocan que muchas veces seamos el hazmerreír no es de recibo y toda contundencia es poca. Hay que tener dignidad para llevar la nacionalidad española, y no hay peor enemigo de España que sus internos traidores, que antes sucumbiremos por ellos que por extraños, como previó el ínclito Gaspar de Jovellanos (3) hace dos siglos.

Así, pues, que las empresas que vayan a robar a otros países, con técnicas fraudulentas, que no invoquen el sagrado nombre español cuando el gobierno de determinado país le apriete las tuercas; porque este tipo de empresas no tiene más patria que el dinero, y sólo se sirven de nuestro país para chuparle la sangre. Y con esto no decimos que todas las empresas sean así, porque sería muy desgraciado de nuestra parte comparar a los oligarcas con los sufridos autónomos que día tras día hacen patria con su sudor.




En todo caso, somos conscientes de que la nación-estado es la crónica de una muerte anunciada, producto de las revoluciones del XVIII y sus epílogos del XIX y del XX y que un documento nacional de identidad no es un fin absoluto. La sangre, la cultura y la tradición no van a cambiar por más que haya papeles de por medio. Empero, ya que tenemos que tener una administración, por lo menos vamos a hacerla elevada, con un digno y trascendente interés nacional.








(1) Hubo casos de piratería judía en el Caribe, muchas veces azuzada por ingleses y holandeses. No en vano, tanto Miranda como Bolívar recibieron dinero de sefarditas de Curazao para separar las Españas. Véase al respecto:








(2)Véase:






(3) Algunas impresiones sobre Jovellanos:


sábado, 17 de enero de 2015

ZACARÍAS GARCÍA VILLADA Y EL DESTINO DE ESPAÑA




EL PROVIDENCIALISMO ESPAÑOL DEL SIGLO XX

Manuel Fernández Espinosa


Es justo poner junto a "Defensa de la hispanidad" de Ramiro de Maeztu (1934) y a la "Idea de la hispanidad" de Manuel García Morente (1938) una obra todavía menos conocida que éstas: "El destino de España en la Historia Universal", cuyo autor fue el P. Zacarías García Villada (S.J.) y que en principio fueron dos conferencias que su autor pronunció en la primavera del año 1935, bajo el techo de Acción Española. La insigne revista Acción Española se apresuró a publicar el texto de estas conferencias y posteriormente, en el aciago año 1936, el texto sería dado a la estampa con algunas adiciones, publicándose por la Editorial Cultura Española.

Zacarías García Villada había nacido el 16 de marzo de 1879 en Gatón de los Campos (Valladolid). Ingresó en la Compañía de Jesús el año 1894 y estudió en España y en el extranjero, formándose en Teología, Filosofía e Historia. Fue ordenado sacerdote en Innsbruck el año 1909. Tras su retorno a España trabajó para los archivos de la Corona de Aragón (1911-1912), colaboró en la edición de la "Crónica de Alfonso III" (1918) y elaboró el "Catálogo de los códices de la Catedral de León" (1919), sus obras capitales fueron "Historia eclesiástica de España" y "Paleografía española". García Villada fue un pionero de la metodología histórica en España; y en el campo paleográfico es considerado como el digno continuador de aquel erudito P. Flórez, alma de la monumental obra "España sagrada. Teatro geográfico-histórico de la Igleisa de España". Tuvo un vínculo muy estrecho con el ICAI (Instituto Católico de Artes e Industrias), escuela de ingeniería de la que sería Universidad Pontificia de Comillas. Trabajó codo con codo con el también padre ignaciano, el eminente historiador P. Antonio Astrain (1857-1928), ayudándole en la monumental historia de la Compañía de Jesús que preparaba el P. Astrain; por su lado, en lo que atañe a sus investigaciones propias, García Villada recopiló como unas 30.000 fichas y 2.000 diapositivas de códices medievales, a los que amorosamente dedicaba su estudio; pero con el advenimiento de la II República y los tumultos incendiarios que la inauguraron, el fruto de su trabajo fue destruido; poco después la II República expulsa a la Compañía de Jesús, empero el P. García Villada permanece en España y es en esta circunstancia cuando nuestro historiador jesuita se convierte en un hombre de acción. Suspendida la actividad docente por orden gubernamental, García Villada reorganizará en un chalet del Paseo de Rosales un centro docente para reanudar las clases, bajo el nombre de Didaskalion, reuniendo a unos 350 alumnos del antiguo colegio jesuita de Areneros. Su labor científica fue incluso reconocida por eminencias republicanas, como D. Claudio Sánchez Albornoz y en 1935 se le nombró miembro de número de la Real Academia de la Historia; incluso se le propuso por parte del gobierno que le darían protección a cambio de distanciarse de la Compañía de Jesús (que había sido expulsada, pero continuaba su labor en la clandestinidad), el vallisoletano se negó rotundamente a renegar. Una vez que estalló la guerra, se refugió en casa de unos sobrinos madrileños, pero se le apresó y "El destino de España en la Historia Universal" fue el gran delito por el que los milicianos lo asesinaron en la carretera de Vicálvaro, el 1 de octubre de 1936.

La organización que acogió estas conferencias del P. García Villada fue Acción Española. Esta sociedad cultural, además de revista, fue una escuela de pensamiento que empezó su andadura en Madrid a partir de diciembre de 1931, congregando a personalidades de la cultura española de diversas procedencias, aunque todas ellas coincidentes en un ideario conservador, católico, monárquico y contra-revolucionario. Bajo la dirección de Ramiro de Maeztu empezaron a concentrarse en Acción Española relevantes monárquicos, tanto carlistas como alfonsinos. Algunos han querido ver en Acción Española una copia de la Acción Francesa de Charles Maurras, pero fue algo más que eso: si bien es cierto que el nombre de Acción Francesa pudo servir como inspiradora para la Acción Española, las coordenadas intelectuales eran bien distintas. Así lo señalaba Gonzalo Fernández de la Mora en un artículo de la revista Razón Española: "Acción Francesa era positivista, paganizante, determinista y nacionalista, mientras que Acción Española era iusnaturalista, católica, providencialista e hispánica, o sea, ecuménica. A Maurras le gustaba lo clásico, y a Maeztu lo barroco. Ni siquiera coincidían en la monarquía, porque la francesa era absolutista, mientras que la española era limitada. En el mimetismo nominal y en ciertas afinidades personales se ha apoyado una falsa interpretación maurrasiana de la corriente española [...] Erróneo paralelismo".
 
"El destino de España en la Historia Universal" del P: Zacarías García Villada es el mejor exponente que Acción Española pudo aportar en materia de Filosofía de la Historia. Son veinticinco capítulos de diversa extensión los que conforman este libro. La vasta erudición de su autor nos guía por la historia de España, desde el alborear de su historia hasta nuestros días, para examinar en los capítulos más grandiosos de la misma el caracter eminentemente universalista (católico) de España. Estamos ante un libro de Filosofía de la Historia (que, como "La ciudad de Dios" de San Agustín o el "Discurso sobre la Historia Universal" del P. Bossuet, participa de una concepción providencialista del decurso de las sociedades).

García Villada pretendió satisfacer una demanda intelectual para Acción Española: "concretar con precisión, con dialéctica, y sobre base histórica escalonada e irrefragable, cuál es el destino de España en la Historia Universal". Preguntarse aquí por el destino de España, como se entenderá, no significa adivinar su futuro a manera de un augur; lo que se pretende es superar la curiosidad por los hechos históricos, para "reflexionando sobre ellos" estudiar "las leyes generales que rigen su desenvolvimiento", pues es de esta forma como puede influir en las directrices sociales, transfigurando la realidad al dotarse de valor social.

Adentrándose así en la historia de España, lo que García Villada descubre es la vocación universalista que se patenta en España como vector constante: "cobijar bajo su mando a todos los pueblos del mundo". No se trata de un estrecho nacionalismo ni de un bastardo imperialismo egoísta, sino que es expresión de la catolicidad (universalidad) de España, cuyo destino ha sido desde lo más remoto, abrazar el cristianismo y propagarlo por el orbe: "En armonía con este fin sobrenatural [la felicidad eterna en los cielos] de cada Individuo está el fin peculiar de la Colectividad o de las Naciones. Este no yace encerrado en ellas mismas, sino que las trasciende".

García Villada descubre en el carácter nacional las notas de "universalidad" y "particularismo". El particularismo, su egoísmo y mezquindad, han supuesto siempre la perdición de España, mientras que el universalismo ha sido el impulso que la ha llevado siempre a más grandes destinos: los emperadores romanos de origen hispano (Trajano, Marco Aurelio) rigieron el Imperio Romano con recia mano hispánica, hasta tal punto que pudiéramos decir que, extranjeros en Roma, los españoles fuimos más romanos que los mismos romanos; más tarde se diría aquello, muy similar, que tanto le gustaba repetir a D. Álvaro d'Ors: los españoles somos "más papistas que el Papa".

García Villada ve el sentido hispano y universalista en aquellos emperadores hispanos de la pagana Roma, lo mismo que en el primer poeta del cristianismo, nuestro Aurelio Prudencio (vascón) y el lusitano Paulo Orosio y, más tarde, San Leandro y San Isidoro de Sevilla. La fundación de España no está, como algunos indocumentados sostienen a día de hoy, ni en 1812 ni menos todavía en 1978. Ahí -decimos nosotros- están sus extravíos.

España es la más antigua de las naciones: "La nación española nació y se afirmó, políticamente, el año 573, bajo el cetro de Leovigildo, y espiritualmente el 8 de mayo de 589, bajo Recaredo" -nos dice García Villada. En efecto, Leovigildo unificó el territorio y derogó la ley que prohibía los matrimonios mixtos (entre hispano-romanos y visigodos) y, en una segunda fase, asistimos a la unificación religiosa merced a la conversión de Recaredo (secundado por la mayoría de su pueblo godo) en el III Concilio de Toledo: 8 de mayo del año 589.

"El Estado era una organización Teocrático-aristocrática, muy parecida a la del pueblo de Israel, con su Monarca, ungido por la Iglesia para darle cierto aspecto de inviolabilidad. Ese Monarca y el Aula Regia, compuesta de los magnates seculares y de los Obispos, son los que, reunidos en Concilios o Asambleas mixtas, dirigen al pueblo, pero esta dirección va encaminada siempre, ideal y realmente, a la consecución del bienestar de ese pueblo, en el que entra, ante todo y sobre todo, la defensa de su fe. Por eso consideran fuera de la ley a toda religión que no sea la Católica".

La unidad de España, por lo tanto, se alcanzó en una fecha tan temprana que, cuestionar esta unidad en virtud de particularismos lingüísticos, culturales, etcétera solo podría pasársele por la cabeza a un moderno. Lo que destruiría esta unidad tempranamente alcanzada sería la irrupción del mahometanismo en el año 711 que vino a invadir España y dominarla durante ocho siglos. En esos ocho siglos se asistirá a una "guerra divinal"* contra el invasor: los españoles, desde Asturias y otros focos, pugnarán por la restauración de la Hispania Gothorum para cumplir su destino providencial. Por eso, aunque en nuestra anómala Edad Media surgen regiones con distintas lenguas y costumbres, en los momentos álgidos, todos reconocen al descendiente del trono astur-leonés-castellano como Emperador de las Españas y apenas hay disputa en ello, pese al celoso egoísmo de algunos que siempre hostigaron la unidad de España por defender sus intereses propios.

La toma de Granada marcará la fecha de nuestra reconstitución nacional. El descubrimiento de América ensanchará nuestros horizontes, para la propagación de nuestra lengua y nuestra Santa Fe Católica. La expulsión de los judíos y, más tarde, de los moriscos, además de conveniente, fue beneficiosa. La Inquisición seguiría velando por la integridad religiosa de la nación, vigilando a los falsos conversos que corrompían nuestra moral nacional y salvándola de la contaminación pestilencial del protestantismo extra-pirenaico. Carlos I de España, el Concilio de Trento, la Compañía de Jesús, Felipe II... en todo ello se manifiesta la universalidad de España que estuvo a punto de realizar el gran sueño de nuestro Siglo de Oro (la restauración de la mítica Edad de Oro que anhelaba Don Quijote de la Mancha, que cantaba el Capitán Aldana y Hernando de Acuña), a saber, en formulación del soneto oracular de Hernando de Acuña: "una grey y un pastor solo en el suelo", "un Monarca, un Imperio y una Espada".

La decadencia vendría después. Pero todavía peor que la pérdida del poderío "es la desviación del espíritu nacional" -dice García Villada; y el autor nos cita literalmente un párrafo del escritor francés Louis Bertrand que dice, nada más y nada menos, lo siguiente: "Bajo la influencia extranjera, y en particular francesa, perdió el alma española su unidad moral y aun su unidad intelectual, que en el reino del arte y en el del pensamiento habían creado obras sin par. Ideas exóticas la combaten, ideas que serían el fermento de las próximas revoluciones, que conmoverán durante todo el siglo XIX y los tiempos actuales a la Península Ibérica".

Las elites se han intoxicado de extranjerismo: "Los políticos, los literatos, los filósofos de los siglos XVIII y XIX van casi todos unidos al carro francés. De allí nos traen el enciclopedismo, el liberalismo y la democracia, erróneos en sí mismos, y opuestos al carácter español".

Para García Villada, en la España de los años 30 del siglo XX, solo hay dos grandes bloques antagónicos, dos ideas con "eficacia suficiente para retener dentro de sus cuadros... a una parte de nuestros compatriotas": el Tradicionalismo y el Socialismo, mientras que "las otras tendencias se acomodan a un lado y a otro, según los vientos que soplan. Son los Judas o los Pilatos". Para nuestro filósofo de la historia "El Tradicionalismo, que sostuvo dos guerras civiles por el ideal genuino español, a costa de su sangre y de su dinero" es la representación de la Ciudad de Dios, en términos agustinianos, mientras el socialismo encarna la Ciudad del Diablo.

El gran drama en que se debate España en los prolegómenos de la Guerra Civil consiste en la incapacidad que muestran sus líderes políticos y sociales por ofrecer un ideal a España. Pero como estos ignoran su historia y su carácter propio van a buscarlo fuera y lo encuentran en "folletos extranjeros"; "y pretenden, tanto en la derecha como en la izquierda, convencer a la masa con nombres y teorías ininteligibles". A esto hay que sumarle "la pérdida del espíritu genuinamente religioso" y nótese aquí que García Villada no reprocha solo a las políticas laicistas republicanas esta pérdida, sino que reprocha a esos católicos tibios que "van a misa como quien va a dejar una tarjeta a casa de un amigo: por cumplimiento". En cuanto a las políticas anticatólicas que sistemáticamente ejecuta la II República, García Villada entiende que la aniquilación de la enseñanza religiosa supone la "decapitación de nuestra historia".

Las dos grandes causas psicológicas de nuestra decadencia son la incapacidad de las elites dirigentes y la envidia con su rencor:

"La incapacidad es el gran defecto de los que están al frente de los destinos de España. Quieren formar una nueva conciencia nacional, y ni saben, ni aciertan a hacerlo".

"La incapacidad del Estado español para dirigir a la nación es algo que está en la conciencia de la mayoría de los ciudadanos. Ejemplo palmario lo tenemos en la enseñanza oficial, convertida en granjería de una buena parte de catedráticos... Claro que esto indica que la sociedad que lo patrocina o lo consiente no está a mayor nivel".

La envidia "es otro de los corrosivos de nuestra nacionalidad" y a la envidia le va a la zaga el "rencor": "Toda nuestra historia está plagada de efectos funestos producidos por esta pasión".

España ha sido apeada de la historia: "Hoy ni como pueblo, ni como individuos figuramos para casi nada en la marcha de la Humanidad. Hemos perdido la dirección en los asuntos internacionales y, más aún, en el pensamiento universal. Queremos rehacernos, pero no damos con el camino". Para solucionar la cuestión no cabe, según García Villada, sino la fidelidad a lo que fuimos y somos: "Antes de emprender nuevas conquistas, es preciso que España se recobre a sí misma, no con laicismos, ni con posibilismos estériles, sino con integralismos plenos y fecundos".

VALORACIÓN

He querido ofrecer una aproximación a "El destino de España en la Historia Universal" del P. Zacarías García Villada, animando con ello a la adquisición de este libro y a su estudio. Este artículo no es, por lo tanto, un exhaustivo estudio del libro de García Villada. Después de una primera lectura de "El destino de España..." creo que el libro merece estar a la altura de la gran obra maestra de D. Ramiro de Maeztu: "Defensa de la hispanidad" y de la no menos hermosa de D. Manuel García Morente: "Idea de la hispanidad".

La actualidad y vigencia de "El destino de España..." es innegable por la enorme falsificación que de España se ha operado desde 1978. Se ha practicado una sustitución de la religión católica por el fundamentalismo democrático, elevando a dogmas ciertos tópicos que pasan por valores intocables. Cuando estos sujetos que campan a sus anchas en el espacio público y en nuestras televisiones invocan los "valores democráticos" como contención (por ejemplo, del terrorismo islámico) es imposible no reírse, aunque la cosa no sea para risa. Frente a una amenaza como esa, invocar los valores democráticos, liberales y laicistas es como querer defenderse de las balas poniendo un papel delante.

Capítulo especial merecerá la consideración del catolicismo post-conciliar en su relación con el destino de España. Si España tiene como destino providencial la Monarquía Universal (Católica), como se desprende del precioso libro del P. García Villada, es impracticable tal destino mientras las altas jerarquías clericales (no solo de España, sino de la misma Ciudad Eterna) no vuelvan a la rectísima doctrina católica.

El veredicto final de García Villada nos interpela:

"España, Católica oficialmente, será también el brazo del Universalismo y de la Catolicidad. España, atea o laica oficialmente, no será nada y se derrumbará...".

Nosotros somos más pesimistas todavía: España no puede ser católica estrictamente mientras la Iglesia Católica española no sacuda de sí sus complejos y reintegre perfectamente la misión espiritual con la misión política de España.



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*Guerra divinal: así denominó a la Reconquista nuestro Alonso de Cartagena (1384-1456), humanista, historiador y diplomático. El mismo autor señalaría la singularidad ibérica de esta guerra.


BIBLIOGRAFÍA:


Zacarías García Villada, "El destino de España en la Historia Universal", Tercera Edición Aumentada, Gráficas Nebrija, Madrid, 1948.

Luis García Iglesias, "El P. Zacarías García Villada, académico, historiador y jesuita", Universidad Pontificia de Comillas, Madrid, 1994.


 

domingo, 11 de enero de 2015

UNA REVISTA DIFERENTE: NIHIL OBSTAT



NÚMERO 23: DOSSIER CUARTA TEORÍA POLÍTICA


El número 23 de la revista NIHIL OBSTAT ha visto la luz recientemente. NIHIL OBSTAT (Revista de historia, metapolítica y filosofía) es una revista impresa de edición semestral, dirigida por D. José Alsina Calvés.
 
El número 23 de NIHIL OBSTAT dedica un dossier a la Cuarta Teoría Política (4TP) de Alexander Duguin. Abre el dossier la brillante exposición de la 4TP a cargo de José Alsina Calvés y trae colaboraciones internacionales como la de Leonid Sávin que aborda la conexión del paradigma científico con la teoría política, aplicándose a descubrir las concomitancias entre la Teoría General de Sistemas y la 4TP. El argentino Alberto Buela aborda la cuestión del pluralismo y las ecúmenes y el líder húngaro Gábor Vona reflexiona sobre la creación del eurasianismo intelectual. Merece atención también el artículo de Fernando Rivero que aplica las categorías duguinianas para analizar la izquierda española contemporánea. Jordi Garriga escribe sobre "Eurasia, socialismo y tradición".
 
Además del dossier que forma sus páginas centrales, NIHIL OBSTAT en su número 23 incluye una gran variedad de artículos de interés filosófico, histórico y político: Alberto Buela ofrece un magnífico artículo sobre metafísica, abogando por la superación de la metafísica moderna que tiene su raíz en el filósofo granadino Francisco Suárez y demandando que la metafísica recobre los requisitos fundamentales de su actividad, a saber: unidad, bondad (no en un sentido moral) y verdad como desvelamiento; un artículo estrictamente filosófico. Por otro lado, J. J. Sebastián nos conduce con amenidad por las vicisitudes del Frente Nacional francés en sus encuentros y desencuentros con la Nueva Derecha de Alain de Benoist. También es interesante el estudio histórico que aporta Álvaro Rodríguez Nuñez sobre la Iglesia Católica gallega ante la II república española y la Guerra Civil. Carmen M. Padial escribe sobre el paganismo de Alain de Benoist y la filosofía heideggeriana. Se rescatan textos de autores clásicos como Pierre Drieu la Rochelle sobre el anarquismo español, y páginas de grandes escritores españoles del siglo XX como Josep Plá o Rafael Sánchez Mazas.
 
En conjunto puede decirse que NIHIL OBSTAT supone una fuerte apuesta por aportar una nota disonante en el cansino y estéril discurso monocromo, constituyendo una brecha por la que se abre paso a redropelo el ejercicio del disenso en España.
 
Para adquirir la revista el lector puede dirigirse al correo: edicionesfides@yahoo.es
 

miércoles, 7 de enero de 2015

LA VIDA AVENTURERA DEL GENERAL MIGUEL GÓMEZ DAMAS

 
 
LA BRECHA DEL CARLISMO EN ANDALUCÍA (I)
 
 
por Manuel Fernández Espinosa
 
 
Si bien el carlismo histórico tuvo sus feudos en las provincias vascongadas, en el reino de Navarra y en el Maestrazgo, ha pasado desapercibido para la historia oficialista que muchas otras zonas de España fueron canteras carlistas sin explotar. Todas las expediciones de la primera guerra carlista, fuera de los bastiones tradicionalistas, tuvieron como finalidad estratégica la de allegar voluntarios a la Causa que con tanta fe y sufrimiento llevaban nuestros hermanos del Norte. Aquellas incursiones pretendieron sumar voluntades, sumar provincias, alzándolas al grito de Dios, Patria y Rey. Una de las expediciones más sonadas de aquella primera guerra fue la protagonizada por el general andaluz D. Miguel Gómez Damas. He aquí un aproche a la semblanza humana de este gran desconocido, carlista y andaluz, que al mando de los bravos vascones y navarros logró por seis meses hacer que se tambaleara el gobierno cristino y los intereses de la banca extranjera.


En el domicilio de su abuelo materno, sito en la antigua calle San Juan que hoy lleva el nombre de calle General Gómez de la villa de Torredonjimeno, nació Miguel Sancho Gómez Damas el día 5 de Junio de 1785, hijo del matrimonio tosiriano (tosirianos nos llamamos los nativos de Torredonjimeno) formado por Juan Francisco Gómez Gómez y Juana José de Damas Hermoso. Era Torredonjimeno en aquellos entonces una de las villas que formaban parte de la encomienda de Martos de la Orden de Calatrava.
 
Siendo mozo marchó a Granada para estudiar Derecho, pero cuando en mayo de 1808 el pueblo de Madrid se levanta en armas contra las tropas invasoras de Napoleón, Miguel Gómez Damas abandona sus estudios y es el primero en presentarse ante el Duque de Montemar con el objeto de servir a la Religión, a la Patria y al Rey. Tiene 23 años de edad. El día 9 de junio de 1808 ingresa como subteniente, teniendo el honor de participar en la gloriosa Batalla de Bailén.
 
En el curso de la Guerra de la Independencia servirá a España en el empleo de primer Ayundante en el Regimiento de Infantería Ligera de Tiradores de Sigüenza, tomando parte en varias acciones bélicas hasta que el 21 de julio de 1812 es capturado por los franceses en Castalla. Prisionero del enemigo es conducido a Francia y confinado en el depósito de prisioneros de Autum de donde logra evadirse para, una vez en España, presentarse ante D. Francisco Javier de Elío, general en jefe del 2º Ejército, y pedir nuevamente un puesto en primera línea de combate.
 
En septiembre de 1812 se gradúa como capitán, retirándose del servicio activo el 8 de mayo de 1816.
 
En los últimos años de su primera etapa militar, Gómez se había hospedado en Huete, en casa de Doña Mercedes de la Encina, viuda de D. Diego de Parada. Su anfitriona concibió esperanzas matrimoniales con el joven y apuesto oficial, pero éste había puesto sus ojos en la hija de ésta, doña Vicenta de Parada, con quien se desposará en diciembre de 1815 en la madrileña iglesia de San Martín.
 
Una vez licenciado, el 3 de febrero de 1818 don Miguel y doña Vicenta están en Torredonjimeno y comparecen ante don José García y Perales, prior de la Iglesia de Santa María de la Concepción de la villa, para verificar su velación y bendición en la patria natal de D. Miguel.
 
El matrimonio se afinca en la ciudad de Jaén en donde D. Miguel Gómez desempeñará el puesto de administrador de bulas. Pero la paz dura poco. El liberal Rafael del Riego se subleva contra la monarquía absolutista de Fernando VII, y se instaura el llamado Trienio Liberal (1820-1823). El tosiriano, convencido defensor de la causa absolutista, pasa a actuar en la sombra conspirando contra el sistema liberal desde abril de 1822. Gómez intenta por todos los medios sublevar al regimiento provincial de Jaén, pero no lo consigue. Habiéndose percatado de que está bajo vigilancia decide salir sigilosamente de la capital de la provincia antes que dejarse apresar por el enemigo bajo la acusación de maquinar contra el gobierno liberal. Para su escapatoria malvende su hacienda y tiene que dejar a su esposa al cuidado de la parentela residente en Torredonjimeno. Doña Vicenta será acogida en la casa de los padres de Gómez hasta que pueda reencontrarse con su marido en mejores circunstancias.
 
Después de la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis, triunfante la causa absolutista, Gómez regresa a Andalucía. En Cádiz logra frenar un pronunciamiento, servicio que le vale la Cruz Laureada de San Fernando y la comandancia de la plaza de Algeciras de la que será depuesto por sus simpatías absolutistas una vez que Fernando VII cae en cama convaleciente y su esposa María Cristina se hace cargo de la regencia asesorada por una camarilla liberaloide.
 
Cuando estalla en las provincias septentrionales la I Guerra Carlista Gómez está en Madrid. Sin pasaporte emprenderá el camino a Navarra donde se pone a las órdenes de su amigo D. Tomás de Zumalacárregui. Su heroica intervención en Orbaiceta le vale la promoción al título nobiliario carlista de Marqués de Orbaiceta.
 
En 1836 Gómez encabeza la Expedición que ha pasado a la Historia con su nombre: la Expedición Gómez. En principio todo estaba pensado por el alto mando carlista para que las tropas vascuences de alaveses y guipuzcoanos que conducía el tosiriano alentaran los focos carlistas de la franja norte de la península. Pero Gómez improvisó y, desacatando las órdenes del alto mando, se desvía de los objetivos originarios, emprendiendo una fascinante incursión. Después de llegar a Santiago de Compostela inicia una expedición que recorrerá la península ibérica de norte a sur y de sur a norte. El romántico Mariano José de Larra mencionará las proezas del tosiriano en sus crónicas periodísticas. Tiembla la España cristina y liberal ante el avance de las tropas de Gómez que llegan a producir el pánico en Madrid, entran victoriosas en Córdoba y conquistan las minas de Almadén, poniendo en un severo apuro a la banca Rothschild que se lucra de las minas españolas. El mismo Zar de Rusia seguirá de cerca la evolución de los expedicionarios que comanda el tosiriano. Toda Europa asiste boquiabierta a esa aventura que acaudilla un andaluz secundado por vascos, además de los castellanos, aragoneses y valencianos que se adhieren a su mesnada en aquella trepidante correría.
 
Gómez pasa cerca de su pueblo natal y visita su casa de incógnito, burlando el control gubernamental, sólo para besar y abrazar a sus familiares, parientes y amigos. Y después de una larga cabalgada llega a Amurrio en diciembre de 1836. Ha sido una fatigosa marcha en la que habían sido perseguidos y hostigados por las tropas del Gobierno cristino a lo largo y ancho de todo el territorio nacional.
 
Nada más llegar a su zona es encarcelado en Urquiola por sus mismos correligionarios. El motivo no es otro que haber desatendido las órdenes originarias del alto mando carlista.
 
Miguel Gómez Damas no dará su brazo a torcer cuando el traidor Maroto pacte bajo cuerda con Espartero, rindiendo la causa tradicionalista por la mezquina conservación de los rangos y soldadas de la oficialidad carlista. Sin doblegarse Gómez emprende el camino del destierro a Francia. Allí vivirá hasta su muerte, manteniéndose con los honorarios que le granjean sus lecciones de español y siempre acompañado de su fiel esposa, doña Vicenta de Parada. El general prusiano al servicio de la causa carlista, barón Wilhelm von Rahden, nos describirá a nuestro héroe con estas palabras:
 
"La imagen exterior de Gómez contradecía del todo su origen; cabello de cabeza rubio y fino, ojos azules, configuración de cara algo ancha, más bien corriente, barba sólo escasa; la expresión de bonachón y la corpulencia aparente de la constitución muy carnosa más bien daban la impresión de que se trataba de un alemán y no del español con tez sureña, más bien delgado, pero fuerte y huesudo."
 
Gómez vivió los últimos años de su vida en el exilio por negarse a aceptar la legitimidad de Isabel II, hija de Fernando VII y María Cristina. Pero, a su muerte, en un gesto sublime de amor a su esposa que honra al hombre íntegro, que no hay que confundir jamás con un fanático, aceptó a Isabel II como Reina de España, con la única intención de hacerle más llevadera la vida a su esposa, compañera de sus desventuras que quedaba en la más desoladora de las viudedades. El gobierno liberal no mostró clemencia con la viuda.
 
En varias ocasiones intentó Gómez volver a Torredonjimeno para vivir en paz con su familia y con los suyos, a los que añoró en su destierro. No pudo ser. La lealtad lo llevó a arriesgar repetidamente su vida, viviéndola peligrosamente, aventura tras aventura, para morir a la postre más allá de Despeñaperros, allende los Pirineos, lejos de su suelo natal.
 
Sus restos mortales reposan en un cementerio de Burdeos, donde nadie le ha puesto una flor desde hace siglo y medio. Lejos de la sepultura de sus padres, lejos de los olivares patrios, lejos de las torres campanario de su villa y lejos, muy lejos de los rincones de su infancia... Pero, presente está su nombre en Torredonjimeno, en esa antigua calle San Juan que le vio corretear de niño y que hoy lleva su nombre afamado, limpio y honrado, sinónimo de lealtad y entrega a una Causa.

EL GENERAL GÓMEZ EN SUS ESCRITOS

Gómez era un hombre culto, no olvidemos que la Guerra de la Independencia le sorprendió cuando cursaba sus estudios de Derecho en Granada, estudios que abandonó para ponerse al servicio de la Patria. Culto y leal a sus convicciones: la Santa Religión, la Patria y el Rey.
 
El carlismo no fue un bloque compacto, sino que reunía bajo sus banderas diversas familias ideológicas. Por desgracia ha prevalecido una imagen distorsionada del carlismo, semejándolo a un fundamentalismo religioso anclado en el pasado. Pero, a diferencia de esa imagen negra del carlismo, había corrientes internas que merecen nuestra atención. Gómez figuraba dentro de la familia ideológica carlista más sensata. Según un documento del Archivo General de Palacio que lleva el título de "Memoria histórica sobre el partido carlista" existían tres fracciones en el seno del carlismo: una fracción "apostólica", una fracción "realista pura" -desengañada del pretendiente Carlos María Isidro de Borbón- y otra más, la constituída por los llamados "transaccionistas".
 
En su mayor parte los "transaccionistas" eran militares profesionales que pretendían casar al hijo mayor del pretendiente Carlos con la Reina Isabel II, para acabar así con el dramático y lacerante conflicto fratricida. Entre los de esta cuadrilla figuraba Miguel Gómez. Pero los esfuerzos de estos carlistas, leales y sensatos, fueron traicionados miserablemente por la persona que designaron como su representante, el traidor Maroto.
 
Si el criterio de la línea transaccionista se hubiera impuesto en el campo carlista y a la vez hubiera sido atendida por sus adversarios, tal vez España no se hubiera desangrado en tres largas guerras carlistas y el nacionalismo vasco y catalán jamás hubieran levantado cabeza. Zaratiegui, el Conde del Prado, Arjona, Pavía y Gómez, entre otros, encabezaban esta propuesta que hubiera zanjado, decimos, el problema dinástico a cambio de aceptar una constitucionalización de España, contra la que estos carlistas no tenían ninguna objeción siempre y cuando se respetaran los principios fundamentales de la Tradición: Dios, Patria y Rey.
 
Prueba de su moderación, humanidad y caballerosidad de Miguel Gómez Damas es el cumplimiento estricto de las cláusulas del Convenio Elliot que observó impecablemente, llevándole incluso a romper con los más feroces cabecillas que le acompañaban, Cabrera y el Serrador, partidarios del exterminio en masa de prisioneros. Como Cabrera y Serrador hablaban catalán, Gómez los despachó de sus filas cuando ideaban una masacre de prisioneros haciendo uso de la misma lengua vernácula de ambos guerrilleros: "Vosotres sols!" (¡Vosotros solos!). Así fue como Cabrera y el Serrador se vieron impelidos a abandonar la expedición, bajo amenaza de ser expeditivamente fusilados por Gómez que ese día salvó la vida de muchos soldados del ejército gubernamental que habían caído en las manos de las mesnadas de Gómez.
 
Sólo desde ese espíritu humanitario podemos entender la Proclama que Gómez hizo en Santiago de Compostela, a 18 de Julio de 1836, diciendo a sus enemigos, los milicianos gubernamentales, lo siguiente: "Y en cuanto a los urbanos (los milicianos), que temerosos por la aproximación de las tropas de mi mando, hayan abandonado sus hogares, pueden volver a ellos seguros de que no serán molestados por razón de opiniones, de cuya verdad ya tienen repetidos ejemplos con los que se han presentado en la ciudad de Oviedo, fuera de lo notoria que es la conducta que hemos observado con los demás del reino".
 
Pero, ¿cómo se veía a sí mismo el general Gómez? En unas reflexiones que el mismo Gómez hizo de los éxitos transitorios de su expedición, ya en el exilio francés, el tosiriano, con la conciencia tranquila, declara: "Muy lisonjero es sin duda oír que se atribuye este fenómeno a mi capacidad militar; pero no me ciega el amor propio hasta el punto de no conocer que esta explicación es una nueva red tendida por el liberalismo. Quisiera ésta dar una idea falsa de la verdadera conclusión de la historia de mi correría, la cual debe parecer, en efecto, una novela o una especie de milagro para todos los que intenten explicarla por las simples reglas de la estrategia. No, no es mi habilidad, ni tampoco a la inacción ni a la ignorancia de los generales enemigos, a quienes debe atribuirse la felicidad de mis marchas, sino principalmente a aquella benevolencia oficiosa, que adivina las necesidades de un amigo, y vuela para socorrerle..."
 
La humildad, la altura moral, de este hombre nos conmueve a través de estas palabras suyas. Gómez aclara, más abajo de este párrafo que reproducimos, que los pueblos sometidos por el despotismo liberal se alzaban en armas cuando tenían noticia de la proximidad de las tropas que él lideraba, lo mejor de España hubiera secundado los sagrados principios de la Causa, pero él sabía que, perseguido por tropas superiores a las suyas, no podía detenerse ni hacerse fuerte en ningún sitio, por lo que recomendaba a esos españoles que en los pueblos se querían adherir a él que reconsideraran su intención y quedasen en la vivienda tranquila, para evitar que estas poblaciones fuesen represaliados por las tropas gubernamentales, pues, como él mismo escribió: "...yo sabía muy bien que al cabo de algunas horas, el enemigo hubiera correspondido a ellas con el incendio y la muerte".
 
Gracias a D. Juan Antonio Zaratiegui, camarada de armas de Gómez, he podido leer una carta escrita por su puño y letra. La carta a la sazón está fechada en Burdeos, a 22 de enero de 1842. Por ser fidedigna traslación de su letra podemos hacernos una idea del vocabulario de Gómez, un léxico arcaizante que conserva arcaísmos como "priesa" por "prisa".
 
A la postre, cuando uno contempla aquella página gloriosa que escribió aquel recio andaluz, siente la impotencia que se experimenta ante esa roca inamovible que es la Historia, y uno se pregunta si no hubiera sido lo mejor para España que hombres como Gómez hubieran vencido o convencido para evitar las sangrías que depararon aquellas guerras.
 
La última reflexión de Gómez que quiero transcribir es triste, dice así: "La guerra de España es la de una nación [el pueblo] contra un ejército [el gubernamental], y si aquélla pudiese sucumbir en la lucha, sería necesario que, a la máxima de que "Un pueblo no necesita para ser libre más que quererlo", sustituyésemos esta otra: "El tirano más odioso, con tal que una vez invada el poder, puede mantenerse en él contra todos los esfuerzos del pueblo tiranizado".
 
(Extractos del raro y curioso libro titulado "Examen crítico de las revoluciones de España de 1820 a 1823 y de 1836", París, en la librería de Delaunay, 1837, t. II, pp. 294-295. Las interpolaciones aclaratorias entre corchetes son mías).
 
Pero Gómez no es el único carlista andaluz. No puede considerársele un caso aislado y excéntrico, muchos andaluces sintieron la llamada de la contra-revolución en aquella época, cuando España dejaba de ser la brava nación, campeona del catolicismo, la Católica España que hoy es triste sombra de lo que fue ayer.
 
PUBLICADO POR VEZ PRIMERA EN: Revista Arbil nº 78